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Ya sea que “Django Unchained” – la última película de Tarantino – sea de nuestro agrado o no, debemos admitir que en pocas ocasiones se nos permite apreciar la abominable realidad de la época en la que la esclavitud era un hecho. Es sorprendente (y no puedo recomendarlo si te afectan las imágenes fuertes) ver cómo se trataba a un segmento de la humanidad sin el más mínimo reconocimiento de su nivel de consciencia, como propiedad para ser comprada, vendida y usada sin remordimiento alguno. Incluso con todo el racismo que aún debemos superar como especie en la actualidad, es difícil ignorar lo mucho que hemos mejorado desde la época – para nada lejana – en la que esta conducta era aceptable.

Muchos argumentos se usaron para justificar la esclavitud, desde la mitología religiosa (algunos capítulos de la biblia cristiana se prestan extremadamente bien para este propósito), hasta la mala ciencia, ejemplo de lo importante de la honestidad intelectual en el proceso de búsqueda de la verdad. El gran físico Richard Feynman una vez dijo “Cuando vamos a investigar algo, no deberíamos pre-decidir lo que vamos a descubrir, solo tratar de averiguar más”. La – afortunadamente extinta – ciencia de la “frenología” es un nefasto ejemplo de lo contrario. Una “disciplina” que para muchos practicantes solo tuvo un objetivo: la justificación de una postura específica.

La frenología consistía en la asociación de las formas de los cráneos humanos con el crecimiento de áreas específicas del cerebro, y gracias a ella se afirmaba “científicamente” que la raza negra tenía más desarrollo en las zonas asociadas con la sumisión y el servilismo. Por supuesto, tal fenómeno difícilmente se podría reconciliar con la evolución por selección natural, pero ¿quién necesita coherencia cuando la teoría que se formula permite perpetuar nuestros prejuicios no basados en evidencia?

Les parecerá interesante saber que este mismo argumento frenológico fue usado por las personas que querían abolir la esclavitud, con la idea de que los negros no buscarían venganza a pesar de los maltratos por haber sido “creados” para ser dóciles.

Este es el ejemplo extremo de los peligros de la pseudociencia; y donde era comprensible que algunos de nuestros ancestros se dejaran arrastrar a esta terrible situación por ella (de hecho se considera un avance que se haya asociado la conducta al cerebro), en la actualidad no tenemos excusa. Tenemos muy buena ciencia, y el pensamiento que esta trae consigo, a nuestra disposición. No ha sido fácil, pero nuestra sociedad ha ido mejorando poco a poco a medida que hemos valorado más el conocimiento real (aunque aún nos falta mucho).

La discriminación – de cualquier tipo – en el año 2013 es una falta de respeto para con todas las generaciones de humanos que han sufrido por esta causa. Hoy, nuestros antepasados sin nombre nos exigen desde la niebla de la historia que acabemos con este mal, y la solución comienza en cada uno de nosotros.

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