Pescando en el hielo

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Puede que hayan oído de Neil deGrasse Tyson, un genial divulgador y actual director del planetario Hayden en Nueva York (el cual tuve el placer de visitar el año pasado y puedo decirles es absolutamente genial). Muchos lo consideran el “sucesor oficial” del gran Carl Sagan, y no con poca razón – se encuentra trabajando justo ahora en una nueva versión de la famosísima serie Cosmos (la cual recomiendo encarecidamente si no la han visto). En una entrevista, se le preguntó a Tyson cuál era el destino del sistema solar que le gustaría visitar. Qué planeta, luna, asteroide o cometa ofrece la mejor oportunidad para hacer ciencia, y abrir las opacas ventanas hacia el pasado remoto de la formación de nuestro hogar en el espacio. Neil respondió con absoluta firmeza y convicción – como suele hacerlo – sin el más mínimo titubeo: “Europa. Quiero ir a pescar en el hielo de Europa”.

Particularmente, no comparto la idea de que Tyson sea “el sucesor de Sagan” (aunque ciertamente admiro y disfruto su trabajo), pero en la necesidad de explorar Europa estamos plenamente de acuerdo. Como ya sabrán, no nos estamos refiriendo al continente norteño, sino a la 6ta luna de Júpiter, que comparte su nombre. Este mundo helado, descubierto por Galileo hace ya más de 400 años, es uno que siempre ha llamado la atención de los astrónomos, principalmente, por la aparente presencia de agua. No se trata de que este líquido tan preciado en La Tierra sea escaso en el universo; todo lo contrario, el agua es bastante común debido a la abundancia en el cosmos de sus constituyentes (hidrógeno y oxígeno). Lo realmente interesante es ubicar agua en estado líquido – esto requiere que se den condiciones correctas de presión y temperatura que resultan un tanto más especiales. Adecuadamente, fue un segundo Galileo – la sonda lanzada en 1989 a explorar Júpiter – la que nos reveló que Europa podría ser uno de estos sitios privilegiados.

La superficie de Europa está marcada por líneas formadas por gruesas capas de hielo que colisionan unas contra otras (no muy diferente a las placas tectónicas de La Tierra) que revelan la posibilidad de que éstas se encuentren flotando en un océano interno de kilómetros de profundidad, estable, protegido de la radiación solar por el inmenso campo magnético de Júpiter, y calentado por la fricción producida por la atracción gravitacional del gran planeta y el resto de las lunas. Notarán ustedes el patrón que despierta el interés: agua líquida, calor, estabilidad: los ingredientes que sabemos estuvieron involucrados en el origen de la vida en nuestro mundo. Aún es muy pronto para afirmarlo, pero está lejos de ser imposible que Europa tenga su propio ecosistema, con miembros mucho más grandes que microbios.

El problema es que este océano está a unos 100 kilómetros de profundidad, lo cual dificulta bastante la logística de cualquier misión que pretenda estudiarlo (ese hielo está a -200° centígrados: tan duro como el granito). Afortunadamente, hace poco se descubrió evidencia de que Europa podría estar lanzando agua salada al espacio, lo cual es una muy buena noticia. No solo eliminaría la necesidad de hacer un hoyo para tomar muestras del océano interno, sino que indicaría que hay energía allí adentro (algo la está empujando hacia afuera). Como bien sabemos, la energía es amiga de la vida. Definitivamente, es un momento muy interesante para visitar Europa; Galileo merece que lo hagamos.

Y a ustedes, gigantes, ¿qué destino del cosmos les interesaría visitar?

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Sin comentarios
  1. Argenis José Giménez. dice

    ¿Qué lugar me interesaría? Yo le respondo como como aquel oficial en la época del dictasdor Juan Vicente Gómez en Venezuela cuando este le preguntó cuál podría ser el mejor candidato para sustituirlo cuando muriera. El oficial le respondió: _”El mío es el suyo”_

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