Bajemos las lanzas

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Aunque en nuestra época moderna vemos fotos de estos magníficos animales, y en ocasiones visitamos a los que tenemos en zoológicos con mucho interés, la verdad es que los grandes felinos aterran a todos los seres humanos. Sentimos una reacción primal, escrita en nuestros genes, ante el poderoso rugido de uno de estos animales. Nuestra evolución en las planicies africanas nos puso en contacto con ellos desde el inicio de la historia humana, y muchos de nuestros ancestros fueron devorados por estos felinos. Para confirmarlo, solo debemos imaginar nuestra reacción de encontrarnos a un jaguar salvaje, quizá en algún viaje vacacional que emprendamos. Nada entre la criatura de 160 kilos y tu débil figura. Imagínate, de pie, frente a frente, con un animal capaz de trepar, nadar, correr, acechar (todo esto muchísimo mejor que tú); con una cabeza robusta capaz de ignorar cualquier golpe que logres darle, con la mandíbula más poderosa de todos los felinos (dos veces más fuerte que la de un león) que puede partir huesos en segundos – El terror que produce el escenario es proporcional a tu capacidad para imaginarlo.

El jaguar es un predador “apex” (o súperpredador), lo que significa que está en la cima de la cadena alimenticia de su ecosistema. Sin embargo, a pesar de todas sus ventajas físicas, y la dominación de su medio ambiente, este gran felino tiene más razones para temernos que nosotros a él. Aunque individualmente no lo parezca, el ser humano es el verdadero súperdepredador de La Tierra; nuestro gran cerebro resultó ser la mayor ventaja competitiva. Podemos bajar las lanzas. Ganamos.

Este hermoso animal ya no pone en peligro a nuestra especie, sino lo contrario. Somos nosotros los que hemos reducido sus números peligrosamente. Por suerte, esa misma inteligencia que nos da la ventaja también nos permite darnos cuenta de lo preciadas que son la vida y la diversidad en la inmensidad del cosmos. Podemos dejar de actuar con el miedo y la inconsciencia de nuestros antepasados, y cuidar el hábitat del que todos dependemos. Puede que hayamos peleado un tiempo, pero seguimos – todos – siendo familia en el punto azul.

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