Hombre de electricidad

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Pareciera sencillo, cuando recordamos figuras del pasado, encasillarlos con base a algún aspecto de su personalidad, o un evento específico en su vida; creando a veces sin proponérnoslo una idea errónea de lo que podemos esperar de la experiencia humana. El tiempo pasa, las circunstancias cambian, las personas se adaptan a nuevas situaciones y – con suerte – aprenden de sus errores previos. Cuando los años han pasado, y quizá hayamos tenido la fortuna de llegar a la vejez, serán las sumas de nuestros fallos y aciertos – tan caóticos como todo lo demás en la naturaleza – los que definan la tonalidad general de nuestra vida. La historia se encargará de juzgar en cada caso si hemos sido justos o injustos, amables o crueles, exitosos o fracasados, a pesar de que estos conceptos sean tan difíciles de definir en la experiencia propia – muchas veces dominada por escalas de grises y puntos intermedios.

Es difícil imaginar que la persona que abrió la puerta de la habitación 3327 del Hotel New York el 7 de enero de 1943 haya pensado que era un hombre “exitoso” el que yacía muerto en el suelo, luego de dos días encerrado tras un aviso de “No Molestar”. Un anciano viviendo en la miseria, considerado loco – o al menos excéntrico – por los que lo conocían, muriendo solo, a causa de una trombosis en un cuarto de hotel. Cualquier juicio hecho en ese momento probablemente hubiera sido poco acertado, mientras presenciaba el final de Nikola Tesla – el hombre que inventó el futuro.

Pocos saltos tecnológicos en la historia de la humanidad han sido tan significativos como el sucedido cuando se comenzó a entender y dominar el poder del electromagnetismo. Era un mundo aún iluminado por velas y el fuego del carbón, de repente siendo testigo de experimentos y demostraciones donde los científicos manipulaban rayos y creaban luces en la palma de sus manos – en medio de todo eso: Tesla, un inmigrante que superó una y otra vez a los grandes de la industria estadounidense armado solo con su intelecto. La corriente alterna (que ilumina toda nuestra sociedad moderna), la radio, el radar, los rayos X, el mecanismo hidroeléctrico, el transistor (que usa cada dispositivo electrónico), el control remoto, las luces de neón, el motor eléctrico, las comunicaciones inalámbricas, y muchísimos inventos más, pueden rastrearse a las más de 300 patentes que obtuvo Tesla durante su vida – muchas de los cuales terminaron siendo absorbidas por sus competidores. Ante el recurrente plagio de sus conceptos, Tesla solo respondía:

“No me preocupa que me roben las ideas, me preocupa que ellos no tengan ninguna”.

Si hicieras una lista de las personas clave, cuyo aporte sea esencial en el avance de la calidad de vida de nuestra especie, te sería imposible excluir a Nikola Tesla – ya sea un top 10, o top 5 el que estés construyendo. Sin embargo, nunca obtuvo el reconocimiento que esperarías de tales contribuciones. Entre todos sus logros, y sus enfrentamientos con poderes económicos, la cordura terminó abandonándolo. Su fama ha estado resurgiendo – y un museo se abrió recientemente en su honor – pero es seguro afirmar que la mayoría aún no sabe quién fue este hombre tan importante. ¿Es eso el éxito?

Al final, resulta inútil evaluar una vida completa en esos términos. Tesla fue un hombre como pocos, al cual le debemos mucho (un juego divertido es decir “Gracias Tesla” cada vez que usamos algo que él inventó – lo harás muchas veces al día), y estudiar un poco sobre su historia nos puede ayudar en gran medida a entender qué hace de una vida algo que vale la pena vivir (mi concepción personal del éxito).

Feliz cumpleaños, hombre de electricidad.

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