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En la era de los efectos especiales y el photoshop, es sabio ejercitar un saludable escepticismo ante las noticias fantásticas que andan corriendo rampantes por la red. Hay mucha buena información allí afuera (me agrada pensar que SHDG es una de esas buenas fuentes), pero hay aún más afirmaciones completamente ajenas al sustento de la evidencia, que son fácilmente capaces de enmascarar el funcionamiento real del universo si no somos cuidadosos. Incluso antes del internet, era relativamente sencillo hacer algún montaje en un video de pésima calidad, alguna figura en el pasto, o tan solo una historia fantástica sobre un rapto extraterrestre (con una inevitable incursión anal) en un campo súper alejado, para ganar 15 minutos de fama mal habida. Como es de esperarse, siempre ha resultado exponencialmente más difícil robarse aunque sea el cenicero que usan los aliens, de manera de poder presentarlo como evidencia de que, efectivamente, hay materiales y tecnología extraterrestre entre nosotros. Como sabemos, los relatos – por si solos – no son suficientes. Aunque nos duela, es más probable que alguien mienta a que estemos siendo visitados por seres de otros mundos en secreto (dicho de otra forma: nunca he visto aliens, pero sí a muchos mentirosos).

Pero que el escepticismo no se nos vaya de las manos. Preguntarnos -“¿dónde están los extraterrestres?”- es plenamente legítimo, si logramos separarlo de la pseudociencia. Tomemos en cuenta que los seres humanos somos unos recién llegados tecnológicos en la Vía Láctea, y ya hemos creado una burbuja de radio de unos 200 años luz de diámetro – centrada en nuestro planeta – en la cual otras civilizaciones pudiesen detectar, aunque sea débilmente, nuestra presencia. Lo queramos o no, estamos ahí afuera, para quien esté escuchando de no tan lejos. Por otro lado, nuestra galaxia tiene unos 10 mil millones de años (un poco más que 200), si extrapolamos, resulta más que suficiente tiempo para que una civilización inteligente se desarrollara y la recorriera por completo, mucho antes de que siquiera evolucionara la vida compleja en La Tierra. Entonces, ¿dónde están? Bienvenidos a la paradoja de Fermi: la idea de que los extraterrestres deberían ser evidentes pero, por alguna razón, pareciera que estamos solos.

El conocido divulgador Neil deGrasse Tyson me corregiría de inmediato: decir que no hay vida extraterrestre hoy es como tomar una vaso de agua del mar y afirmar que no hay ballenas; simplemente, nuestra muestra astronómica no está ni cerca de ser representativa de lo que hay allí afuera. El espacio exterior es muy – muy – grande. Podría haber una civilización cada 1000 estrellas, sin que fuesen capaces de encontrarse unas a otras. Sobre todo considerando que la velocidad de la luz – hasta donde sabemos – es insuperable (esta es, de hecho, una de las hipótesis más aceptadas sobre por qué no somos visitados). Otra posibilidad que debemos considerar, aunque parezca inconcebible con tan solo ver el cielo, es que la vida sea un accidente raro en el universo, y realmente estemos solos, ya sea porque somos los únicos en esta galaxia, o porque las civilizaciones se autodestruyen apenas son capaces de hacerlo. Ambas opciones son increíbles de ponderar, y nos hablan de lo preciados que son los mundos como el nuestro en el gran escenario cósmico.

También es posible que los aliens simplemente no quieran interactuar con nosotros, por considerarnos demasiado primitivos (lo cual tendría sentido ya que como dije somos unos recién llegados), o que ni siquiera nos reconozcan como vida inteligente. O tal vez sea al revés, y no seamos nosotros los aislados, sino ellos. Quizá el instinto de exploración de nuestra especie no es común en el universo, y las civilizaciones simplemente decidan quedarse en casa, sin aventurarse más allá. De ser cierto, los humanos podríamos tener la civilización más avanzada de la galaxia, al momento de hacer contacto. Nosotros seríamos los “aliens”.

Pasando de toda esta especulación, una de las posibilidades más atractivas es que las señales extraterrestres estén pasando por nuestro planeta justo ahora, pero aún no tengamos la tecnología para capturarlas – el equivalente a que ellos se comunicaran con tweets, antes de que nosotros inventáramos el internet. El instituto SETI es uno de los que se ocupa en la actualidad de explorar el cielo en busca de estos patrones de radio que pudiesen indicar la presencia de una inteligencia alienígena. Hasta ahora, nadie ha tenido éxito – excepto por la señal “wow”.

Detectada hoy hace 36 años (en 1977), la señal wow es un patrón de ondas de radio bastante intensas y enfocadas que se capturaron en el radiotelescopio “Big Ear” – viniendo de la constelación de Sagitario – una de las cuales se aproximaba mucho en frecuencia a los 1420 Megahertz – justo la frecuencia del hidrógeno, el elemento químico más común del universo. En contraste, los planetas y estrellas normalmente irradian ondas mucho menos enfocadas y variadas en rango. La señal nunca se repitió, y no se pudo probar que no podía tener un origen natural desconocido, pero todos admiten que si quieres comunicarte con otra especie, mencionar que conoces el hidrógeno sería una gran manera de comenzar a hablar. Por lo pronto, la pregunta de si estamos solos o no, permanece abierta. Solo queda seguir escaneando los cielos, con consciencia de las dificultades y de nuestras limitaciones, con la esperanza de algún día detectar a nuestros vecinos en algún lugar del infinito.

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