Los verdaderos marcianos

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Uno de los sujetos de estudio más interesantes y complejos de la ciencia moderna es el tema del origen. Desde el inicio del universo, pasando por cada una de las variables que definen nuestras leyes físicas, llegando a asuntos de tan alta complejidad como la vida y la consciencia. En cada uno de estos campos se han venido dando avances significativos en las últimas décadas, siempre en confrontación con nuestras propias limitaciones – como individuos y como especie – y de los sesgos que muchas veces oscurecen nuestro acceso honesto a la información.

La mayor dificultad de responder a esa pregunta milenaria – “¿cómo llegamos aquí?” – es el poco tiempo que efectivamente tenemos haciéndola. Nuestra especie evolucionó hace apenas unos 200 mil años – muchísimo tiempo en la escala de una vida humana, pero una porción totalmente insignificante de la edad de La Tierra, muchísimo menos cuando tomamos en cuenta toda la historia del universo. En el calendario cósmico que proponía Carl Sagan, si el universo había comenzado a existir un 1ero de enero, los humanos habíamos entrado en escena tan solo durante los últimos minutos del 31 de diciembre, y por tan solo segundos habríamos tenido registros históricos escritos. Esto expone con claridad lo monumental que es el trabajo de reconstrucción del pasado que se nos presenta cuando arrojamos una mirada al cosmos; cada estrella en el cielo es un lugar y un tiempo; cada estrato geológico un día en el que el Sol salió y se ocultó en nuestro planeta; cada cadena de ADN el registro de una criatura que luchó rabiosamente por sobrevivir mientras sus pares perecían.

Todo en el universo está conectado y forma parte de una gran narrativa, con más interrelaciones mientras más cerca (en espacio-tiempo) estén los protagonistas – es algo que debemos tomar muy en cuenta en nuestras investigaciones sobre el pasado, y en la búsqueda continua por el origen de lo que observamos en la naturaleza. La vida, por ejemplo, en su nivel más básico, es una compleja red de reacciones químicas auto replicantes. Los científicos hasta ahora no han dado con la clave de su formación inicial a partir de materia inorgánica (aún no se sabe cómo las condiciones terrestres en la época en la que apareció la vida pudieron haber producido el cambio de química a biología); sin embargo, el rover Curiosity está en este momento en Marte recopilando evidencia de que, en esa época, Marte era un sitio muy amigable para la vida. Aún más evidencia química reciente – ésta extraída de meteoritos marcianos encontrados en nuestro mundo – apoya la hipótesis de que la vida se formó inicialmente en el planeta rojo, y solo posteriormente se trasladó a La Tierra debido al intercambio de material entre los dos planetas (cosa bastante común debido a los impactos de asteroides).

Este contexto cósmico nos dice que toda la vida terrestre pudiera ser descendiente de organismos marcianos, quienes serían los colonos del planeta azul. Aún no tenemos suficiente información para ser concluyentes en este tema – y la pregunta de nuestro origen continúa siendo debatida – pero hay algo interesante en esta propuesta: si efectivamente venimos del espacio, se hace realmente un privilegio vivir en la época en la que estamos – poco a poco – regresando a nuestro origen.

Seríamos no solo polvo de estrellas – admirando las estrellas; también marcianos explorando y aprendiendo sobre nuestro viejo hogar.

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