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Hay mucho que podría decirles sobre la recién lanzada misión LADEE (el Explorador del Ambiente Atmosférico y de Polvo Lunar). Me deleitaría hablándoles sobre lo etéreo de la atmósfera de nuestro satélite natural, llena de pequeñas partículas que flotan con una densidad que es apenas un 0,001% de la que encontramos en nuestro planeta; literal polvo de estrellas que genera el brillo precioso que apreciaron los astronautas de las misiones Apolo durante el crepúsculo lunar. Pudiese escribir páginas enteras sobre la delicadeza del fenómeno de ionización que se produce en esa superficie grisácea, cuando la luz ultravioleta del Sol se encuentra con esta niebla cósmica, haciendo a las partículas flotar en una repulsión electroestática que las convierte en perlas del horizonte, complementos de la belleza azul pálida que se asoma en la distancia.

Sin duda, resultaría útil que les contara sobre cómo LADEE navegara estas nubes de polvo estelar mientras orbita la Luna, recopilando muestras y analizándolas para aumentar nuestro conocimiento sobre este espectacular fenómeno de la naturaleza. Sin embargo, esta vez seré breve, y los dejaré tan solo con esta imagen del cohete Minotauro V, en pleno ascenso hacia las alturas, llevando a este explorador robótico hacia la frontera del conocimiento humano. Arriba, el cosmos, inmutable tan solo en apariencia, retándonos a ver más allá.

Personalmente, lo veo todo en esta imagen: el pasado caótico de nuestra especie, y el futuro que podemos construir si logramos trascender las limitaciones que con tanta frecuencia opacan nuestra visión. En ella, los humanos volvemos, paso a paso, a nuestro origen entre las estrellas.

En esta ocasión, dejaré que la imagen hable por mi.

Buenas noches, gigantes.

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