Me cambió la vida

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Suele ser una exageración decirlo. La frase ha perdido peso al ser usada alegremente para dar ese énfasis tan necesario a una historia más bien trivial. “Me cambió la vida”, decimos, al contar entre risas sobre la primera vez que oímos esa canción, o probamos esa comida, o escuchamos esa frase que tanto nos motivó a perseguir el sueño casi abandonado. En el sentido estricto, no nos falta razón. Cada evento que experimentamos cambia nuestras vidas del curso que podrían haber tomado – son esos “hubieras” y “si tan solos” que tanto nos persiguen, en sueños y vigilias.

Estos cambios, sin embargo, no suelen ser tan significativos como nos hacen creer nuestros recuerdos. Difícilmente modificamos en profundidad nuestra conducta, o manera de pensar, como resultado de una única experiencia (aunque si puede suceder ante su acumulación gradual), especialmente en nuestra edad adulta. La mayoría estamos ya asentados en nuestras maneras; cómodos – casi siempre sin darnos cuenta – con la visión del mundo que hemos adoptado. Aunque las opiniones cambien, me atrevo a decir que pocas cosas son capaces de modificar la estructura fundamental de nuestro pensamiento.

La obra literaria de Carl Sagan bien podría ser una de esas contadas excepciones.

A10No lo afirmo por lo magistral de su prosa, su dominio del lenguaje, o esa capacidad casi sobre humana para crear metáforas esclarecedoras en los conceptos más complejos. Por el contrario, la maestría de Sagan estaba en convertirse en un mero conducto de la increíble historia del universo, en toda su inmensidad. En su serie Cosmos, él no era un científico explicando sus hallazgos, sino un niño – como los somos todos en esta perspectiva – maravillándose con nosotros ante la profundidad del océano del espacio exterior.

Dueño de una claridad de pensamiento y expresión con la que la mayoría solo podemos soñar, Carl no es solo el popularizador de ciencia por excelencia (incluso 17 años después de su muerte), sino que fue un investigador consumado, con más de 600 artículos en publicaciones científicas. Líder del proyecto que puso máquinas humanas (las sondas Voyager) fuera de nuestro sistema solar, llevando un mensaje de paz a las estrellas, y uno de los principales exponentes de la necesidad de reconocer la hermandad compartida de todas las formas de vida terrestres – sobran las razones para celebrar el “Día de Sagan”, hoy 9 de Noviembre, aniversario de su nacimiento.

Personalmente, me cuesta identificarme con mi manera de pensar antes de conocer su trabajo. El universo nunca fue el mismo desde el “Punto Azul Pálido”, ni lo sería mi camino al darme cuenta de lo importante del mensaje. En ese sentido, esta iniciativa es también obra de Sagan, muestra de cómo – gracias a la magia de la palabra – las ideas trascienden incluso a la muerte.

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Sin comentarios
  1. Walter dice

    Muy interesante, es difícil que alguien siga pensando de la misma manera después de ver la serie Cosmos. A mí ver la serie me motivó a leer sus libros, donde también se ve esa claridad de pensamiento y expresión de la que habla el artículo. Saludos

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