Una larga historia

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Muy escasa ha de ser tu interacción con otros seres humanos – querido lector – si nunca has emitido o escuchado estas palabras, en un momento de profunda contemplación grupal: “¿Si tuvieras una máquina del tiempo, a dónde te gustaría ir?” Es un cuestionamiento tan humano como las cuerdas vocales que usamos para darle voz; víctimas como somos del asedio del tiempo limitado. Incluso los que creen en una vida eterna, posterior a nuestra existencia terrenal, tienen dificultades para escapar de la sensación de brevedad que nos transmite un funeral: sabemos que la fiesta comenzó mucho antes de nuestra llegada, y continuará mucho después de nuestra partida.

Las respuestas que oímos son tan variadas como las épocas mismas del universo, con individuos arriesgados que estarían dispuestos a explorar un futuro distante totalmente impredecible, o aquellos más conservadores que tan solo quieren visitar esa época clásica que les fascinaba en clases de historia. Entre estos últimos entrarían quizá la mayoría de los arqueólogos del mundo, que dedican sus vidas a desentrañar los misterios del pasado de nuestra especie – cada muestra una ventana al pensamiento de individuos que nacieron y murieron en nuestro planeta; cada detalle una representación cultural perdida en el tiempo profundo.

Tan fascinante como resulta encontrar escritos de personas que nos precedieron por cientos o miles de años (bien decía Sagan que los libros son mágicos, pues conectan en silencio a personas separadas por el tiempo y el espacio), la trágica realidad de nuestra historia es que incluso las antiquísimas tablas de piedra Sumerias – que cuentan unos 6000 mil años de antigüedad – son una novedad en comparación con el total de tiempo que los seres humanos hemos habitado el planeta. Hasta los dibujos de las cavernas se quedan cortos, pues se dibujaron hace apenas 40 mil años, mientras que los fósiles más antiguos de ser humano “moderno” cuentan unos 200 mil. La mayor parte de nuestros recuerdos se han perdido.

Afortunadamente, en la actualidad hemos descubierto que muchos detalles de las vidas de nuestros ancestros – humanos, homínidos y más allá – sobreviven en el registro más completo de la historia natural: la molécula de ADN; y científicos alrededor del mundo trabajan diariamente en descifrar sus misterios. En el 2013, pudo extraerse de un fósil humanoide de 400 mil años de antigüedad (precediendo por mucho a nosotros los Homo Sapiens) una muestra de ADN; la más distante ubicada hasta el momento.

Descubiertos en España, los 28 individuos pertenecían a una especie de humanos relacionados genéticamente con los denisovanos (normalmente asociados a Asia), pero con rasgos físicos neandertales (los viejos habitantes de Europa); mezcla que ha complicado bastante nuestro mapa de la evolución humana en ese periodo.

Al final, solo nosotros – originarios de África – sobreviviríamos el paso de las épocas; destinados a redescubrir un pasado remoto lúgubremente representado solo por los huesos y el polvo.

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