0

Un tema que se discute a menudo en relación a la evolución humana es si acaso ésta continúa ocurriendo en la actualidad, o si el efecto de nuestra sociedad tecnológica nos ha hecho “inmunes” a las presiones típicas de la selección natural. No es difícil ver mérito en el argumento a favor de lo segundo: progresivamente, durante los últimos 10 mil años, los seres humanos hemos ido comprendiendo cada vez más sobre el universo que habitamos, especialmente desde el advenimiento de la ciencia moderna. Esto nos ha empoderado muy por encima de las otras especies que habitan el planeta.

Gracias a la tecnología redujimos drásticamente la tasa de mortalidad infantil, y erradicamos enfermedades que para nuestros ancestros eran sentencias de muerte. También acondicionamos nuestro hábitat, adaptándolo a nuestras necesidades y comodidad, minimizando la posibilidad de encontrarnos con los depredadores que antes controlaban nuestros números.

Para todos los efectos prácticos, somos la especie dominante del planeta Tierra.

Aún así, debemos reconocer – si somos honestos en nuestra interpretación del inimaginable tamaño del cosmos – que el universo, en sus casi 14 mil millones de años de historia, probablemente tiene bastante experiencia extinguiendo especies “dominantes”, que se creyeron intocables y especiales – el pináculo inamovible de la perfección evolutiva (o la “creación”). Y no todas sus amenazas serán siempre evidentes.

Ante los peligros inmediatos, el ser humano ha demostrado, individual y colectivamente, una extraordinaria capacidad de adaptación. Como respuesta a los dientes del tigre le sacamos filo a las piedras, y nos inventamos las lanzas. Igualmente, no me cabe duda de que si detectáramos un asteroide dirigiéndose a nosotros (ojalá lo hagamos a tiempo), las naciones cooperarían sin demasiado debate para una misión conjunta capaz de desviarlo. La muerte inminente tiene esa propiedad de ser un gran motivador.

Sin embargo, cuando la amenaza es lenta – cuando el caminar del asesino es ligero – existe un riesgo verdadero de que nos demos cuenta por las malas de que la selección natural no se ha ido a ningún lado. Sigue allí, esperando un descuido – y estamos siendo descuidados.

En el 2013, se acentuó e hizo más público el consenso al que hace ya varios años llegaron los científicos del clima: estamos calentando La Tierra. Debido a nuestra actividad industrial, los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera han aumentado vertiginosamente durante los últimos dos siglos – alcanzando los 400 PPM en mediciones recientes; un indicador claro de que el calentamiento ya es inevitable en las próximas décadas, y de que es hora de tomar muy en serio el problema. Cada trozo del tamaño de una ciudad que se le desprende al hielo del ártico es un recordatorio silencioso de lo que pasará si no lo hacemos.

La Tierra está en espera de nuestra jugada. Más vale pensarla bien.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.