La noche no es eterna

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La noche no es eterna, pero bien que lo parece. Comparadas con la impensable escala del tiempo cósmico, nuestras vidas son tan breves, tan efímeras, que el universo apenas parece tomar nota de que estuvimos aquí. Aún así, construimos ciudades, edificamos monumentos, escribimos poemas y enviamos naves al espacio. Estudiamos a través de la ciencia la inmensa historia de los astros, y las piedras, y la sangre –sacudiéndonos el polvo, luchando contra la entropía, recopilando nuestros sueños y vivencias en pequeños garabatos sobre el rostro de un papel. Pero lo sabemos: el universo está destinado a continuar cambiando; borrando lo viejo para dar cabida a lo nuevo. La noche no es eterna –solo la muerte es para siempre.

Por cada mundo lleno de vida que flota hoy entre las estrellas, ¿cuántos más giran mudos, luego de haber sido habitados, como recuerdos que se desvanecen poco a poco con el tiempo? Se trata de una realidad que la maravillosa biodiversidad terrestre a veces nos lleva a ignorar: la extinción es la regla, la supervivencia es la excepción: más del 98% de las especies que han poblado nuestro mundo han dejado de existir. Dado que la biología sea un fenómeno relativamente común en el universo, como lo es ahora en La Tierra, serán siempre muchas más las especies extintas que las vivas en un momento dado.

La evidencia está allí, para quien decida verla, asomándose entre grietas antiguas y las cadenas rotas del ADN que pudo ser. En al menos 5 ocasiones, nuestro punto azul estuvo a muy poco de convertirse en un pueblo fantasma, de la mano de cataclismos extremos que arrasaron con la mayor parte de la vida del planeta. En el mayor de estos eventos –la extinción masiva del Pérmico-Triásico– alrededor del 90% de todas las especies desaparecieron. El apocalipsis ocurrió hace 250 millones de años, y por los 10 millones de años posteriores, La Tierra fue un lugar muy silencioso.

De acuerdo a la evidencia recopilada, La Tierra de finales del Pérmico era un sitio altamente volcánico, con grandes cantidades de níquel siendo liberadas a la atmósfera, garantizando condiciones bastante incómodas para casi todas las criaturas –a excepción de la “metanosarcina”, una especie de microbios que se alimenta del mineral, y cuya población naturalmente explotó. Un análisis genético reciente de esta población (MIT, USA) determinó que su estructura también cambió en ese periodo, adaptándose para transformar sedimentos de carbono en metano, inundando de este compuesto la atmósfera y acidificando los océanos – posiblemente convirtiéndose en la causa principal de la muerte de casi todas las otras formas de vida del planeta.

La lección de la historia es clara: la existencia continua es un privilegio que se gana diariamente, frágil y fugaz, valiosa y preciada –como cada instante en el tiempo. La noche no es eterna, y justo eso hace especiales a las estrellas.

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Sin comentarios
  1. Lula Libélula dice

    Creo que te están plagiando aquí: https://www.facebook.com/MovimientoPoeticoGuate/?fref=ts ¡Saludos!

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