El valor del futuro

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Para una especie como la nuestra, aún inmersa en los años tumultuosos de su adolescencia tecnológica, pueden parecer muy numerosas las metas que merece la pena perseguir. Como suelen hacerlo los adolescentes – siempre ávidos de mayor libertad pero usualmente desprovistos de la sabiduría que otorga la experiencia – imaginamos colectivamente un futuro lleno de posibilidades, disponibles para todo aquel que se atreva a abrirse camino por sendas aún no transitadas. Tales visiones, muy probablemente, no están totalmente alejadas de un cierto componente de “inocencia cósmica”.

Como es de esperarse, dado nuestro estatus de simios apenas más desarrollados que un chimpancé típico (al menos, en términos genéticos), hemos cometido muchos errores en el camino. Con frecuencia, abusamos de los poderes derivados de nuestra inteligencia avanzada y nos atacamos unos a otros – y al resto de la vida en La Tierra – guiados por ideologías que inventamos para no sentirnos tan solos y vulnerables; incapaces de admitir nuestra brevedad en la vastedad del universo que se nos revela cada noche.

No somos perfectos.

070421_moon_earth_02No obstante, a medida que el pensamiento científico ha venido – con lentitud y dificultad – expandiéndose por nuestras sociedades, generación tras generación, hemos logrado abrir tímidamente los ojos a la realidad de nuestra existencia. Para algunos, esta consciencia colectiva incipiente nació el día que la misión Apolo 8 envió la foto “Earthrise” desde la órbita lunar. Por primera vez, los seres humanos apreciábamos nuestro hogar –no dividido en naciones e intereses políticos, sino como la esfera azul pálida que realmente es: agua, tierra, nubes, contrastadas con la oscuridad. En palabras del astrofísico Neil deGrasse Tyson: “Fuimos a la Luna y descubrimos La Tierra”.

El movimiento ambientalista tomó un impulso renovado no mucho después de la publicación de esta imagen, y por primera vez los problemas “globales” comenzaron a discutirse con alguna seriedad en parlamentos internacionales. Luego de más de 40 años, hemos visto avance en algunas áreas, y retos crecientes en otras. Aún nuestra especie lucha con la pobreza, las enfermedades, la guerra, las fuentes de energía no renovables, la contaminación, entre otras consecuencias “comprensibles” de nuestro desarrollo tecnológico no planificado. Aún grupos e individuos rechazan tercamente la visión científica que tan necesaria es para el mundo.

Con todo lo apremiantes que resultan estos problemas (y su reconocimiento global, evidenciado en los “Objetivos de Desarrollo del Milenio” de las Naciones Unidas), es bastante posible que todavía estemos omitiendo el detalle más vital: la mayor prioridad de la especie debería ser confirmar o descartar la existencia de inteligencia extraterrestre.

La razón es simple: hace apenas unos 100 años que Guglielmo Marconi inventó la radio, y los humanos comenzamos a transmitir. Ayer, en términos astronómicos. Si existen seres ahí afuera usando esta tecnología, lo más probable (por mucho) es que sean más avanzados que nosotros. Descubrir y decodificar una señal extraterrestre sería el equivalente de darle a nuestros ancestros de hace 500 años una computadora con acceso a internet. Sin duda, al principio no sabrían qué hacer, pero dado un estudio detallado de la información -involucrando a las mejores mentes de la época- es casi inevitable que terminaran dando un salto tecnológico sin precedentes.

Mientras los humanos nos matamos en La Tierra por recursos, la clave para la energía ilimitada y los viajes interestelares bien podría estar pasándonos ahora mismo entre los dedos, en la forma de ondas de radio inexploradas – una especie de Wikipedia intergaláctico que nos negamos a leer.

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Para nada se trata de una misión imposible. Como lo ha expuesto el astrónomo Seth Shostak del instituto SETI, dados los recursos adecuados (que por mucho tiempo les han sido regateados), es factible que detectemos señales de nuestros vecinos cósmicos en los próximos 20 años – si están allí.

También es posible que estemos solos, transmitiendo en el espectro radioeléctrico; pero tomando en cuenta el enorme bien que le traería a la humanidad la posible detección de esas señales, y el bajísimo costo de hacer esa revisión, no sé a qué estamos esperando.

Preguntémonos, ¿Qué valor puede ponérsele al futuro?

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2 Comentarios
  1. mario dice

    Como arthur c clarke nos comenta en su libro “la ciudad y las estrellas” el ser humano en el momento que logro salir al espacio por primera vez, gracias a tecnología que aprendió de otras especies, se dio cuenta de lo inferiores que eran comparados con los otros, que no habían solucionado sus problemas principales, por eso decidió regresar a la tierra y solucionar todos sus defectos, eliminar sus problemas internos, eliminar las enfermedades y mejorarse, después de estos los seres humanos volvieron a salir al espacio, en igual condición que las otras especies inteligentes del universo y fueron grandes.
    Con esto quise expresar que lo principal que deberíamos hacer antes de tratar contactar a extraterrestres, es dejar nuestro egoísmo a un lado, darnos las manos unos a otros y solucionar los problemas que mas daño hacen a la humanidad, tales como de iniquidad, la desnutrición, el trafico de personas, la falta de agua potable en muchas zonas del mundo, una vez solucionados estos problemas podremos dar un salto cuántico en todo lo que nos propongamos juntos.

    1. ApolloXI dice

      Tiene sentido la postura que mencionas Mario, pero aclaro que la publicación no promueve el contacto con otras especies, sino la mera recepción atenta de las señales que posiblemente estén flotando por el cosmos. No revelaremos nuestra presencia solo escuchando, y quién sabe qué podríamos aprender para ayudarnos a resolver los problemas que mencionas de una forma más expedita.

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