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van goghLuego de sufrir un colapso psicótico que quedaría inmortalizado en los libros de historia –uno que famosamente lo llevó a cercenar su propia oreja y obsequiarla a una prostituta– el pintor holandés Vincent Van Gogh optó por internarse en el hospital Saint Paul-de-Mausole, localizado en la comuna de Saint-Rémy; un asilo para enfermos mentales. Allí, entre los viñedos y los árboles de olivo de la campiña francesa, pretendía escapar de lo que describió en una carta a su hermano como un periodo muy extraño, en el que experimentaba “a veces estados de ánimo de una angustia mental indescriptible; a veces momentos en los que el velo del tiempo y la fatalidad de la circunstancias parecían quebrarse por un instante”. Durante su estadía, terminó produciendo algunos de sus trabajos más famosos, incluyendo “La noche estrellada” –una representación preciosa del paisaje que podía apreciar desde la ventana de su habitación. En la que resultó ser su obra más conocida, una villa tranquila, somnolienta, producida en parte por lo que observaba y en parte por sus recuerdos, es contrastada con un cielo que se nos presenta extremadamente vivo y dinámico, con luces que perforan la oscuridad, como acechando en silencio a los durmientes.

Es difícil saber qué pasaba exactamente por la mente atormentada de Van Gogh cuando pintó esta obra maestra, y no faltan las interpretaciones que pretenden leer sus pensamientos más profundos en cada línea y tonalidad, pero solo algo es realmente inescapable al observar la imagen: el universo lo llamó, claramente, rescatándolo por momentos del laberinto de su enfermedad. Lo sabemos porque no fueron puntos blancos azarosos los que utilizó para adornar su noche, sino los astros exactos que podían verse desde su ventana en esa época del año: la constelación de Aries, la Luna, y especialmente el planeta Venus, brillando intensamente siempre cerca al horizonte.

Van_Gogh comparación constelaciónCon algunas pinceladas geniales, el artista resaltó una característica que hemos notado en nuestro cielo nocturno desde que el primer ser humano se propuso observarlo con algún detalle: Venus es el tercer objeto más brillante del firmamento, solo opacado por el Sol y la Luna. Su resplandor ha estado disparando nuestra imaginación por incontables generaciones, pero así mismo nos ha cegado a su verdadera naturaleza. Efectivamente, cuesta encontrar un cuerpo celeste sobre el cuál hayamos estado tan confundidos, por tanto tiempo.

Venus_Tablet_of_AmmisaduqaDe inicio, muchas de las civilizaciones clásicas de la antigüedad identificaban erróneamente a nuestro vecino planetario como dos objetos distintos, dependiendo de cuándo lo observaras: “la estrella de la mañana” y “la estrella del atardecer” –según las condiciones cambiantes de una órbita que en realidad no entendían. La excepción inicial (hasta donde sabemos) fueron los Babilonios, quienes ya hace más de 3500 años habían deducido que Venus era un único punto, al que se referían como “La reina brillante del cielo”. Los griegos, por su parte, se referían a esta dualidad estelar falsa como “Fósforo” y “Héspero”, hasta que el famoso Pitágoras logró ver más allá de la ilusión.

Ya en la era moderna, fue Galileo quien notó–usando su telescopio recién inventado– que Venus presentaba “fases”, como las que podemos observar en la luna; algo que a esa distancia era evidencia muy poderosa de que el planeta giraba alrededor del Sol, y no de La Tierra (hasta ese entonces aún considerada el centro de la creación). Un siglo después, Mikhail Lomonosov y otros descubrirían, mientras el planeta era iluminado desde distintos ángulos por el Sol, que Venus tenía una atmósfera densa y opaca, un tamaño y composición casi idénticos a los terrestres, y una superficie rocosa, donde seguramente muchas formas de vida habitaban, bajo la sombra de nubes eternas.

asimov luckystarr-oceansDado que el planeta continuaba negándose a exponer sus secretos, el siglo 20 fue abundante en historias fantásticas sobre lo que podía ocultarse tras esa capa reflexiva. Al estar más cerca del Sol, era evidente que debía tratarse de un clima algo más cálido y húmedo que el terrestre, y así lo reflejaron las historias de luminarias como Asimov, Bradbury, Heinlein y Lovecraft. En ellas, los humanos luchaban por adaptarse a un mundo selvático de lagartos e insectos gigantes, puntuado por la ocasional planta carnívora.

Cuando se hizo evidente –gracias a la espectroscopia– que no había agua en la atmósfera venusiana, nuestra imaginación dictó que debía tratarse entonces de un mundo desértico y polvoriento, a ser domado solo por los exploradores más arriesgados.

Como bien sabemos actualmente, hubiera sido una estadía muy corta.

La especie humana finalmente visitó este objeto de adoración ancestral en la segunda mitad del siglo 20, en la forma de las sondas Venera, lanzadas por la Unión Soviética. De éstas, fue la Venera 7 la primera en lograr alcanzar la superficie; todas las previas siendo aplastadas por la presión antes de siquiera tocar el suelo. No había junglas, ni pantanos, ni dinosaurios, escondidos tras el brillo de la estrella de la mañana. En su lugar, una caldera a casi 500 grados centígrados, asfixiada por dióxido de carbono, recibía la lluvia constante del ácido sulfúrico que liberaban sus volcanes. Tal era la naturaleza real del rostro oculto de la diosa, muy diferente a la esperada, pero no menos hermosa. venus-photographed-by-Venera-13Así pudo apreciarlo la sonda Magallanes, de la NASA, cuando detectó parches oscuros inexplicables esparcidos por los picos venusianos, lejos de su actividad volcánica. La mejor hipótesis hasta ahora es que se trata de nieve negra metálica, evaporada de las rocas hirvientes, cayendo brillante sobre las montañas más altas del planeta. Una imagen verdaderamente impactante, si acaso un tanto macabra.

venus-3500Viendo a Venus como realmente es, da la impresión de que no había suficiente rabia y locura en la representación de Van Gogh, ni les alcanzó la imaginación totalmente a los grandes escritores para describir sus características. Por fortuna, la exploración de éste y otros mundos apenas comienza, y es innegable que en los confines de la mente humana puede convertirse irreversiblemente al infierno en paraíso.

Lo mejor está por venir para este mundo tan misterioso.

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3 Comentarios
  1. Heathcliff Beltran dice

    Brillante, tus ultimos ensayos se habian vuelto mas frios, aqui volviste a crear esa relación brillante entre la ciencia y el arte. saludos

  2. Daniel dice

    La primera parte del texto resulta muy emotiva. En sus días más aciagos, Van Gogh halló consuelo en la contemplación de un cielo estrellado.

    Gracias por este gran escrito. Saludos.

  3. […] nuestra aventura en Europa termine siendo tan solitaria como lo sería adentrarse en Júpiter, o Venus o Saturno –un resultado educativo, si acaso bastante decepcionante– pero si llegásemos a […]

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