1) El Rover “Curiosidad” llega a Marte
Toda un celebridad del 2012, el rover “Curiosity” es un logro gigantesco de ciencia e ingeniería. Solo piensen por un momento lo que hace falta para poner a un Rover del tamaño del Curiosity – que pesa alrededor de una tonelada, o lo mismo que un carro compacto – en otro planeta. Tanto Marte como La Tierra se mueven a diferentes – y enormes – velocidades por el espacio; a veces están del mismo lado del sistema solar, a veces en lados opuestos. El primer requisito para una misión exitosa es asegurarte de que Marte está lo más cerca que puede estar. Esa es la parte fácil. Para apreciar los retos adicionales, acompañemos al Curiosity en su viaje, en el asiento extra de la imaginación.
Imaginen que somos lanzados con el laboratorio “portátil” – en forma de Rover – al espacio; apuntando no a Marte, sino al sitio en el que Marte estará dentro de los 253 días que se calcula tardaremos en llegar. Así parte nuestra nave, disparada a casi 13 mil kilómetros por hora (más de 10 veces más rápido que una bala típica) hacia un punto rojizo de un tercio del tamaño de La Tierra, que a su vez orbita al Sol a 24 mil kilómetros por segundo. Gracias a la matemática, le atinamos.
Como les parecerá evidente por la velocidad, cuando nos acerquemos al planeta rojo, nos conviene frenar, y rápido, si no queremos adornar Marte con trocitos de Curiosity a ser encontrados por futuros colonos humanos. Desafortunadamente, la gravedad de Marte causa lo contrario: al acercarnos, la atracción gravitatoria acelera nuestra nave de sus 13 mil Km/h a más de 20 mil. La atmósfera de Marte es delgada comparada con la de La Tierra, pero a esa velocidad la fricción es más que suficiente para freír al Curiosity cual estrella fugaz. La solución a ambos problemas viene dada por un escudo metálico, que protege la carga del intenso calor y usa la fricción para frenar en más de un 90% la velocidad de entrada.
Bien, estamos dentro de la atmósfera, pero aún vamos más rápido que el sonido. Hora de abrir el paracaídas supersónico diseñado especialmente para esta misión… pero no por mucho tiempo. Lo que menos queremos es que el enorme tejido nos caiga encima y lo arruine todo. Una vez cerca del suelo, y a una velocidad más sensata, soltamos el paracaídas para continuar volando con cohetes propulsores… los cuales levantan mucho polvo… polvo que se podría meter en los instrumentos del Curiosity y dañarlo. Habrá que mantenerlos a buena distancia del suelo, y bajar el rover – delicadamente – con cables hasta la superficie. Luego, lanzamos los cohetes muy lejos para que, nuevamente, no le caigan encima al laboratorio.
Listo, estamos en Marte. ¿Mencioné que todo este proceso debe hacerse automáticamente? Si Curiosity hubiese tenido que pedir permiso para abrir su paracaídas, la señal – a la velocidad de la luz – habría tardado alrededor de 10 minutos, en ida y vuelta. Habríamos dejado un hermoso nuevo cráter en la superficie del planeta vecino.
El Curiosity está en Marte para estudiar su historia oculta, en cierto modo, nuestra propia historia dentro del sistema solar. ¿Hubo alguna vez vida en el planeta rojo? ¿Podría soportar una futura colonia humana? ¿Cómo exactamente pasó de tener agua líquida en su superficie a su estado actual? ¿Podría algo así suceder en La Tierra? Sus puertas se abren a nosotros apenas en esta generación. Quizá iremos a Marte para hacer ciencia; quizá iremos porque no tenemos elección – nuestros genes nomádicos nos obligan a explorar. Sea cual sea la causa, espero estar vivo para experimentar la emoción de ver a un ser humano realizar el viaje, y saludarnos desde el planeta rojo como lo hace Curiosity en esta maravillosa fotografía.