No, no tienes derecho a tu opinión…. Ok, quizá eso es un poco extremo, pero debemos admitir que por más igualdad que promovamos en nuestras sociedades (como en efecto es sabio hacerlo), todas las opiniones no tienen la misma validez en cualquier tema. “Es mi opinión, debes respetarla”, es una afirmación recurrente de quienes son confrontados con evidencia contraria a aquello que afirman, y a su vez no tienen nada que soporte su argumento. Es algo con lo que me encuentro mucho en el ámbito de la divulgación científica y – sobre todo – escéptica.
El tema es polémico. Incluso quienes lo han sufrido en conversación se tornan cautelosos (con toda la razón) al oír menciones de “opiniones inválidas”, pero admitamos la realidad: en toda discusión hay un requisito de conocimiento mínimo para tener una participación “respetable”; desde lo más básico, como si el chocolate es más sabroso que la fresa, a algunos de los temas más complejos a los que nos enfrentamos, como si existen o no los universos paralelos. En el primer caso, requeriríamos que la persona – al menos – hubiese probado tanto la fresa como el chocolate. Si no lo ha hecho, ¿qué viene a opinar? En el segundo, ¿no deberíamos requerir al menos ser estudioso del tema? ¿Haber leído a quienes se dedican a investigarlo y conocerlo, sino hacerlo nosotros mismos?
Sin embargo, en el tema de la ciencia y su funcionamiento, muchos afirman con vehemencia posiciones contrarias a la mayoría de los que efectivamente han dedicado su vida a entender estas cuestiones, y esperan que sus opiniones sean valoradas al mismo nivel; es su “derecho”. Uno de los ejemplos clásicos es el “debate” sobre si la evolución es cierta o no , o los límites últimos que pueda o no tener la investigación científica. Ya en su época Darwin se expresaba sobre esta situación:
— “La ignorancia genera confianza con mas frecuencia que el conocimiento. Son aquellos que saben poco, y no los que saben mucho, los que afirman con certeza que este o aquel problema nunca será resuelto por la ciencia” —
No quiero parecer discriminatorio, y ciertamente no es mi costumbre insultar o minimizar a las personas por más evidentemente equivocadas que sean sus ideas (todos somos ignorantes en muchos temas), pero si encuentro importante la firmeza en el rechazo de esta noción de que la ignorancia es de alguna forma equivalente al conocimiento, y ambas son maneras válidas de interpretar la realidad. Yo no soy físico, y no juzgaría de gran calidad ningún club de física que me acepte como miembro al mismo nivel que aquellos que han estudiado eso toda su vida.
Se llama honestidad intelectual, e ignorar su ausencia no es la mejor manera de promoverla.