Como puede que ya estén enterados, este viernes 15 de febrero “nos rozará” un asteroide que, al igual que nosotros, anda girando alrededor del Sol, preocupado por sus propios asuntos. En realidad sería muy entendible que se estén enterando ahora – los medios no suelen prestar mucha atención al espacio cuando no encuentran como insertar la palabra “apocalipsis” en el titular de la reseña. Por supuesto, este asteroide (2012 DA14), no cumple con este requisito; no solo es muy pequeño para causar una extinción masiva (mide alrededor de 50 metros o la mitad de un campo de fútbol), sino que la NASA ya determinó su trayectoria de aquí a los próximos 100 años con muy buen nivel de confianza, y se cercioró de que no impactará con La Tierra en ese intervalo.
Aún así, no piensen que es simple amarillismo decir que falló por un pelo – la roca espacial pasará lo suficientemente cerca para estar por debajo de algunos de nuestros satélites artificiales geoestacionarios (probablemente golpeando el de Telcel mientras intento hacer una llamada); por supuesto, muchísimo menos que la distancia a la Luna.
28 mil kilómetros más cerca – nada en la escala interplanetaria – y este “pequeñín” hubiera podido barrer con un área considerable de la superficie sin siquiera tocar el suelo. Esto porque los asteroides de este tamaño no soportan la inmensa presión de nuestra atmósfera durante la entrada (trata tú de viajar más rápido que el sonido siendo una roca gigante), y terminan estallando con la fuerza de cientos de bombas nucleares — justo lo que sucedió en Tunguska en 1908 (aunque ese asteroide era un poco más grande), tumbando más de 80 millones de árboles. Ni contarles lo que una piedra de este tamaño haría en una ciudad.
Por supuesto, esto no es nada en comparación con lo que le cayó a nuestros primos reptiles hace 65 millones de años, lo cual era básicamente una montaña (más de un kilómetro más grande que el Everest) supersónica que pasó por la atmósfera del planeta como un cuchillo caliente por mantequilla, destruyendo el ecosistema.
Hace 20 años no nos hubiéramos enterado de la existencia de DA14, pero últimamente la NASA ha hecho esfuerzos muy completos por rastrear todos los objetos cercanos a La Tierra. Sería una pena que con todo nuestro avance tecnológico, y nuestros grandes cerebros, al final no nos vaya mejor que a nuestros primos extintos con cerebro de nuez.
Por lo pronto, disfrutemos del evento en vivo ese día en este enlace:http://www.ustream.tv/channel/clay-center-observatory. Y si estás en Europa Oriental, Asia o Australia, también podrás ubicarlo en el cielo con un buen par de binoculares.
Probablemente, algún día no muy lejano seamos nosotros los que traigamos asteroides a la orbita cercana al punto azul, para poder extraer minerales y construir bases en el espacio. Un emocionante prospecto si alguna vez vi uno.