Uno de los mayores misterios con los que actualmente se enfrenta la ciencia es el origen de la vida. Ya sea que la primera proto-célula se haya originado en los océanos terrestres hace unos 3,500 millones de años – como apunta fuertemente la evidencia – o se haya originado en el espacio y caído en la forma de cometas – una posibilidad no totalmente descartada conocida como “panspermia” – el problema se mantiene: ¿cómo pasó la materia inorgánica a ser orgánica? El salto de la química a la biología es uno difícil de reproducir, pero nos estamos acercando.
Hay muchos puntos que ya se tienen razonablemente claros. Gracias a la geología, sabemos cuáles eran las condiciones del planeta en el momento en el que probablemente emergió la vida; no mucho después – en tiempo geológico – de que terminara el bombardeo de asteroides que soportó La Tierra luego de su formación. Esta atmósfera primigenia ya ha sido recreada en laboratorios alrededor del mundo, con la esperanza de ser testigos de la formación espontánea de organismos vivos, pero aún no se ha tenido éxito. El dilema es similar a tratar de preparar un platillo de cocina sabiendo los ingredientes, pero ignorando la receta. Con ensayo y error, lo más probable es que tardes mucho para llegar a hacer un pastel (de manzana), si es que te alcanza la vida para lograrlo. Mucho más si acaso te faltara un ingrediente que aún desconoces. Pero no todo ha sido fracaso, ya que esta mezcla de laboratorio sí logra la generación de moléculas orgánicas – los bloques principales de construcción de la vida emergen naturalmente de la química.
Por eso se hace tan importante el descubrimiento reciente de que asteroides que cayeron en La Tierra en esa época (y se conservan al día de hoy) contienen una clase de fósforo reactivo que al mezclarse con compuestos orgánicos básicos generan biomoléculas idénticas a las que se ven en la vida actual. Los científicos sabían que esta sustancia sería útil en la receta, pero no se había descubierto bajo qué esquema podía haber sido abundante en La Tierra primitiva. El hallazgo bien podría ser el detalle que faltaba para responder a esta pregunta tan trascendental, o al menos una pieza más que nos acerca tentadoramente al premio final:
¿Cómo comenzó la vida?