Este concepto es una manera interesante de darle un vuelco positivo a la desafortunada tendencia humana de lanzarnos bombas unos a otros (evolución tecnológica de la desafortunada tendencia humana de matarnos unos a otros). Ya que se invierte tanto a nivel mundial en tecnología para el lanzamiento de proyectiles, ¿por qué no sacar algún provecho ambientalista usándolos en la lucha contra la desertificación de ecosistemas y el calentamiento global? Esta técnica, conocida como “repoblación forestal aérea”, consiste en lanzar cápsulas que contienen tierra y semillas en sitios áridos o de difícil acceso. ¿Idea innovadora? Definitivamente, pero la verdad ha estado siendo usada desde los años 30.
Actualmente se usa extensivamente en África, donde la tecnología actual permite el uso de cápsulas biodegradables que se descomponen en la tierra y terminan alimentando a la planta recién nacida. Dado un “bombardeo” bien dirigido, y poca competencia de flora y fauna local, en apenas un mes se tienen resultados notables en zonas bastante extendidas. La lucha actual es para aprobar el uso de aviones de carga más grandes (del tipo C-130) para esta labor, y así poder plantar más semillas de una forma más eficiente.
Este tipo de acciones son una muestra de lo que me hace ver el futuro con optimismo. Evidentemente, aún hay muchos problemas que resolver – algunos bastante complejos – pero esta joven especie a la que pertenecemos promete mucho. A través de las dificultades y de las épocas, nuestro ingenio nos ha sacado adelante, y sería contrario a la historia (e intelectualmente débil) asegurar que no podemos continuar haciéndolo.