Esta es la galaxia Andrómeda, la vecina más cercana de nuestra Vía Láctea, tal como podía verse en luz infrarroja desde el Telescopio Espacial Herschel, de la agencia espacial europea (ESA). Los colores más rojizos denotan la presencia de áreas con intensa formación de nuevas estrellas, no tan calientes como sus contrapartes azules, más antiguas, y fácilmente visibles en un tono azul en el centro de la galaxia (muy probablemente orbitando un agujero negro súpermasivo como el que habita el centro de la nuestra.
La foto fue sacada a 1,500,000 km de La Tierra.
Hoy oficialmente termina la vida útil de esta ventana hacia el cosmos, con la noticia de que el telescopio agotó su ración de helio líquido, que usaba para enfriar sus instrumentos a casi el cero absoluto (-273.5º C). La acumulación de calor lo ha hecho inutilizable. La ESA usó lo que le quedaba de combustible para ponerlo en una cómoda órbita de retiro alrededor del Sol, donde permanecerá hasta que nuestros descendientes lo recuperen para un museo, o impacte contra algún astro, o lo consuma el Sol, o sea expulsado del sistema solar y navegue por el espacio para siempre (si “para siempre” se parece a algo, es al vacío entre las estrellas). Sir William Herschel descubrió la luz infrarroja en el año 1800, y en el siglo 21 un observatorio con su nombre descubrió un universo oculto tras nebulosas opacas gracias a esta misma radiación. La ciencia es una larga historia, con muchos capítulos, que avanza de la mano de nuestra curiosidad e imaginación. Realmente es un privilegio poder presenciar algunos de sus desenlaces.
Esperemos que el nombre Herschel viva de nuevo en el futuro, y continúe levantando neblinas en la frontera más lejana del conocimiento humano.