Una disculpa tardía

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Que la “súper luna” de hoy no nos haga olvidar el cumpleaños de Alan Turing. De estar vivo, estaría contando 101 años – un número muy apropiado para el que es considerado ampliamente como el padre de la computación, ya que formalizó el concepto de “algoritmo” y “computador” mediante la famosa Máquina de Turing (la simple idea de que una cinta con símbolos podía ser interpretada por un dispositivo que podría ejecutar instrucciones automáticamente). Esto sucedió en 1936.

También ayudó a salvar incontables vidas de una manera más tradicional, participando activamente en el centro británico que logró descifrar el código de las comunicaciones nazis durante la segunda guerra mundial, entre muchas otras contribuciones. Adicionalmente, su trabajo en biológica matemática sobre la aparición de la secuencia Fibonacci en estructuras de plantas es considerado fundamental en el campo.

Lástima que nada de esto fue suficiente para una sociedad que no aceptaba su homosexualidad. En 1952 lo arrestaron por “conducta indecente” (la homosexualidad era ilegal incluso en privado), y le permitieron libertad condicional dado que se sometiera a un tratamiento de hormonas. Por un año soportó los terribles efectos, hasta que se suicidó con una manzana envenenada con cianuro (una idea que sin duda obtuvo de “Blanca Nieves y los 7 enanos”, historia que le fascinaba). El gobierno británico emitió una disculpa formal el año 2009.

Resulta sorprendente lo mucho que le debe la especie humana a alguien que sufrió un final tan terrible a manos de nuestras supersticiones e ideas primitivas. Una lección que todos deberíamos tener muy en cuenta sobre el potencial de los seres humanos, el poder del pensamiento, y el peligro que representan los prejuicios para nuestro crecimiento como sociedad.

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