El disco dorado

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Los lectores que nos acompañan desde el año pasado sabrán que estuvimos celebrando que el Voyager I estaba “a punto” de salir del sistema solar. Esta sonda lanzada en los años 70 a explorar el sistema solar externo hace mucho que cumplió su objetivo principal, y ahora solo le queda dirigirse hacia el inmenso vacío entre las estrellas, enviando la información que pueda sobre esa zona inexplorada más allá de la órbita de Plutón. Varias veces hemos leído en los últimos años que está pronta a abandonar nuestro sistema solar, pero su partida no termina de darse – como es de esperar, a pesar de viajar a 17,000 km/h, ha sido una larga despedida.

La razón de esta incertidumbre sobre su salida es que la nave está en la más absoluta frontera de nuestro conocimiento práctico. Los modelos que se tienen solo definen a grandes rasgos las “capas” del sistema solar externo, pero no son suficientemente precisos para indicarnos el día exacto en el que el Voyager I abandonará la influencia de nuestra estrella. Justo ahora, la nave envía datos que sugieren una nueva región de esa “heliosfera”- una que nunca se anticipó. El alcance del Sol es mayor al que se esperaba, pero nuestro mensajero reporta a diario que su influencia magnética disminuye, y cada vez pueden detectarse más partículas del medio interestelar. Ya sea que la nave nos deje finalmente en unos meses, o le falten aún un par de años, algo está ya definido: este increíble dispositivo será la primera máquina en dejar atrás nuestro sistema solar. Un logro monumental del ingenio humano.

Ante el tamaño del universo, quizá parezca mezquino celebrar tanto tan pequeño viaje. ¿Qué puede representar salir de un sistema solar en una galaxia de al menos 100 mil millones de soles? Una galaxia rodeada de 50 otras, en su “vecindario local”. Un vecindario de al menos 200 más que conforman el Supercúmulo de Virgo, uno de millones en el universo observable. En su totalidad, puede que el cosmos – o quizá tan solo nuestra galaxia – resulte totalmente infranqueable; sus misterios tan inexorables allá arriba, entre los astros, como lo son acá en La Tierra. Sea cual sea el caso, debemos saber que las Voyager son una ventana a la inmortalidad. Incluso luego de que La Tierra arda bajo la furia solar – cuando 5 mil millones de años hayan pasado de largo – y nuestra especie haya desaparecido de la memoria geológica, habrá nuevos mundos, estrellas y galaxias. La vida surgirá y resurgirá bajo otros cielos, sin saber que existió un lugar llamado Tierra.

Hasta que, tal vez, alguien encuentre el disco dorado.

보이저1호에부착된골든레코드

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