El Origen de las Especies – mi elección personal de libro más importante de la historia humana – es responsable de haber masificado el conocimiento de que las formas de vida evolucionan con el paso del tiempo, esculpidas de manera inclemente por la selección natural. Este fabuloso trabajo lanzó a Darwin a la fama (o lo amabas o lo odiabas en 1858); un reconocimiento cultural merecido después de casi 20 años de estudio que generaron una conclusión que cambió la visión de nuestro lugar en el mundo para siempre. Cuesta creer que unos meses antes, Darwin había publicado un ensayo diciendo lo mismo (un día como hoy, primero de Julio), en conjunto con Alfred Rusell Wallace – quien había llegado a la misma conclusión independientemente – sin que llamaran ni un poco la atención de la comunidad científica.
El genio de Darwin viene dado por su reconocimiento de los mecanismos a través de los cuales un individuo tiene más oportunidad de reproducirse, en comparación con uno que – por mala suerte genética – no nació con las habilidades necesarias para mantenerse con vida. Logró visualizar este proceso en animales y plantas, y así reconstruir el relato de todas las formas de vida en el planeta.
La teoría actual de la evolución se ha especializado y expandido, girando alrededor de los genes, aún más que de los individuos específicos que los portan; y la selección natural es tan solo uno de 5 mecanismos conocidos que pueden causar cambios en las especies. Además de este fenómeno en el cual los más aptos para la sobrevivencia son más propensos a dejar descendencia, tenemos elementos como la “selección sexual” (puedes ser muy bueno cazando y escapando, pero si tu pareja reproductiva no te quiere, tus genes no van a ningún lado); las extinciones masivas (los meteoros o supervolcanes sacan genes indiscriminadamente del juego); las migraciones forzadas (una población que se vea obligada a moverse, por desastre natural u otra causa, tendrá que adaptarse rápidamente o morir); y por supuesto, las mutaciones azarosas en el ADN.
Después de todo, Darwin, en 1858, solo abrió la ventana a lo que ahora sabemos es un mundo increíble donde la entereza, la competencia, la cooperación, el sexo, el nacimiento, la muerte – la caza de la leona y el escape de la gacela – encuentran una línea narrativa fantástica, que une a grandes y pequeños en una sola historia. Un día como hoy salió a la luz lo que somos: Simios, familia cercana de los chimpancés, ganadores (por el momento) de la carrera por la sobrevivencia y el control de los recursos. Un origen humilde para una especie con grandes ilusiones, que denota lo especial de nuestra consciencia, y la responsabilidad de nuestras acciones.
Ya sabemos de dónde venimos. La decisión pendiente es hacia dónde vamos ahora.
Ahora vamos rumbo a ser Dios nosotros mismos. Cultivadores de vida en otras zonas fèrtiles còsmicas. Y quizàs (¿Por què no?) hacer y deshacer dentro del universo y tambièn deshacernos con todo el universo.
Es decir: Ejercer nuestra plena voluntad universalmente como si fuèramos Dios.