El incremento constante del número del planetas que son localizados diariamente girando alrededor de otros sistemas solares es un hecho de la ciencia que bien vale la pena celebrar. Cada día son más los mundos que se ubican y catalogan en nuestra galaxia, en las situaciones más inverosímiles; y poco a poco mejora la capacidad de los astrónomos de deducir las condiciones de cada uno: su temperatura, gravedad, periodo de rotación y características atmosféricas. Como los navegantes y cartógrafos de antaño que rodeaban los continentes para tratar de entender la forma del territorio que habitaban, estos exploradores actuales apuntan sus telescopios hacia las estrellas con la monumental tarea de encontrar a nuestros vecinos celestiales y – quizá – descubrir quiénes comparten con nosotros el universo.
Los telescopios espaciales modernos – los herederos del ya veterano Hubble, con 23 años de operación – son las herramientas principales para la creación de estos mapas del firmamento; su fabricación, puesta en órbita y mantenimiento están lejos de ser tarea fácil. Este año ha sido particularmente duro para esta clase de observatorios, marcando el final del periodo operativo del telescopio espacial Herschel (debido a agotar su combustible de helio líquido), el fallo definitivo de la computadora a bordo del COROT (telescopio responsable de ubicar el primer exoplaneta rocoso), y el decomisionamiento del GALEX el mes pasado luego de 10 años de actividad. En todos los casos, estas ventanas al universo funcionaron por más tiempo del que se estimó inicialmente, convirtiéndolas en éxitos de la exploración espacial.
Mucho más dura de aceptar es la posibilidad de que se pierda el telescopio espacial Kepler, debido a la falla mecánica que presentó hace unos meses, que evita que apunte sus cámaras con precisión hacia un lugar específico del cosmos. Este observatorio es el responsable de la identificación de la mayoría de los exoplanetas que conocemos. Afortunadamente la NASA reportó recientemente que – aunque aún hay daño en el mecanismo – ya se ha logrado reparar suficiente como para ofrecer esperanza de que pronto volvamos a contar con esta herramienta. Igualmente, la nueva generación de telescopios espaciales ya está en producción, comenzando con la misión Gaia que está lista para comenzar a censar nuestra galaxia en búsqueda de esos más de 60 mil millones de planetas habitables que se estima existen allí afuera, seguida de la misión TESS en el 2017, y el poderoso observatorio James Webb – en camino a relevar al Hubble como principal fuente de fotos del pasado remoto del universo.
Con todo este esfuerzo, y la cantidad abismal de estrellas y planetas que sabemos existen, es muy probable que estemos cerca de encontrar un planeta como La Tierra girando alrededor de otro sol. Hasta podríamos detectar si hay vida en él. La pregunta de si estamos solos o no – una de las más antiguas de nuestra especie – bien podría responderse en nuestras vidas; sin duda, revelándonos mucho sobre nosotros mismos en el proceso.