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Tanto como nos maravillan los rovers que exploran otros mundos – como el famoso Curiosity que acaba de cumplir un año recorriendo el desierto marciano – hay que admitir que no son particularmente rápidos, ágiles, diestros, o capaces de cubrir grandes distancias. Con todo lo avanzado de su tecnología (sin siquiera contar lo involucrado en ponerlos en otros planetas), los robots exploradores más avanzados siguen luciendo torpes no solo en comparación con sus contrapartes humanos, sino inclusive con la mayoría de los animales que – aunque no estarán midiendo la composición de alguna atmósfera ningún día cercano – han sido seleccionados naturalmente por miles de generaciones para ser muy efectivos en sus respectivas actividades. Principal entre los contrastes que se hacen evidentes al comparar un rover con un animal es que el sistema de locomoción es radicalmente diferente.

No hay que ser zoólogo para notarlo: las formas de vida en La Tierra – incluyendo algunas plantas – se mueven mucho más eficientemente que el Curiosity; y no es casualidad que todas tengan algo en común – ninguna usa ruedas. Aunque para los humanos la rueda fue una de las invenciones más importantes, debemos reconocer que la naturaleza no parece tenerlas en la misma estima. La evolución ha producido alas, cámaras, armas lanzadoras de veneno, computadoras (cerebros), camuflaje, patas, piernas y pulgares oponibles, pero parece no sentir ningún aprecio por las ruedas que tan útiles nos resultan para transportar cargas pesadas (sobre todo en bajada). Para esto hay varias razones (por ejemplo, una rueda mecánica debe estar desconectada del cuerpo para poder girar indefinidamente, pero un organismo vivo tendría que alimentar esa parte del cuerpo con venas y arterias que obstaculizarían el giro). Sin embargo, pudiésemos resumir todo en esa misma razón para que no haya mamíferos con 6 patas, u ojos que vean luz ultravioleta: simplemente no es útil para la sobrevivencia en el medio ambiente terrestre. Dado que los animales no construyen caminos lisos que provean buena fricción (importantes para moverse eficientemente con ruedas), y los procesos naturales no son conocidos por hacerlo tampoco, tener patas o alas – o inclusive solo el cuerpo como las serpientes – es mucho más eficaz para desplazarse.

Marte – a pesar de lo que dicen algunos fanáticos de la conspiración – no cuenta tampoco con caminos que saquen el mayor provecho de las ruedas con las que están equipados los rovers. Por el contrario, está lleno de peligros que pueden causar que los robots se volteen o queden varados (como le pasó al Spirit en el 2009 en un pozo de tierra suave, sitio en el que eventualmente terminó su misión). Ante estas dificultades, algunos científicos e ingenieros plantean que la nueva generación de exploradores robóticos tenga una forma algo más familiar. En la imagen pueden observar un prototipo pensado para la exploración lunar, desarrollado en la Universidad de Bremen en Alemania. Es fácil visualizar como una máquina capaz de movimiento natural y balance inspirado en la fisiología animal pudiese ser mucho más efectiva alcanzando esos lugares inaccesibles en el fondo de cráteres o laderas de las montañas. Casualmente, los más interesantes.

La mayor parte del trabajo aún está por delante en el tema de la imitación del desplazamiento natural en máquinas, pero prototipos como estos nos dan una buena idea de cómo podría lucir el futuro robótico de la exploración espacial. Si al final también hace sonidos de mono, me parece que será una gran victoria del ingenio humano.

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