La maquinaria de la naturaleza

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Nombra una tecnología desarrollada por el ser humano y probablemente encontrarás un equivalente orgánico producido por la implacable maquinaria de la selección natural. Si algo es útil, y físicamente posible, la evolución es extremadamente buena – dado suficiente tiempo – haciendo que suceda. La naturaleza tiene plantas químicas, alas, cámaras, computadoras, fábricas textiles, lanzadoras de veneno, reactores eléctricos, iluminación artificial, sistemas de desplazamiento motriz, etc., todo representado en una o varias de las especies que habitan nuestro planeta (y quizá muchos otros alrededor del universo). Los humanos, apenas comenzando en la carrera de la creatividad, en ocasiones parecemos tan solo imitar los mecanismos naturales – creando versiones controladas que sirvan nuestros distintos propósitos.

Pero no en todo vamos detrás de la naturaleza, a pesar de la gran ventaja que nos lleva. Como mencionamos una vez al reseñar la posible nueva generación de exploradores lunares, los humanos hemos sido capaces de generar y usar tecnología que no se hace presente a través de procesos naturales desprovistos de guía y propósito – el ejemplo más popular es la rueda. La mayoría de nuestros vehículos las usan, emparejadas casi siempre con los caminos con los que hemos poblado la superficie del planeta, pero no conocemos de ningún animal en el cual haya evolucionado este mecanismo. Por seguro, descubrir una especie de mamífero con 4 ruedas en lugar de extremidades, rodando a toda velocidad por la planicie, sería una de las visiones más bizarras que pudiésemos imaginar.

Hay cosas que simplemente no estamos acostumbrados a ver a nivel biológico, y que nos parecerían muy extrañas en un primer contacto. Tal es el caso de los engranajes, que desde la época de la revolución industrial se han asociado a las máquinas precisas y rítmicas que solo pueden nacer como producto de la acción humana. La naturaleza, por supuesto, no pierde oportunidad de dejarnos saber que – en la gran maquinaria del universo – no somos tan originales. Lo que pueden apreciar en la imagen son la base de las patas de un saltamontes europeo, amplificada por primera vez en un microscopio electrónico. Se trata de engranajes biológicos, un mecanismo evolucionado para permitir absoluta sincronía en los movimientos del insecto, garantizando que sus saltos se den con la precisión necesaria para sobrevivir al acoso de los depredadores (y no girar fuera de control cuando una pata imprima más fuerza que la otra).

Otros ejemplos de engranajes en la naturaleza suelen ser meramente decorativos, o encontrarse en la forma de órganos obsoletos que la evolución ha descartado con el paso de las épocas. Se teoriza que la dependencia de los diferentes “dientes” del engrane (que bien pueden romperse) hace vulnerable a este mecanismo, y a las especies que viven de él – probablemente extinguiendo a la mayoría de ellas en el camino. Este saltamontes es el único ejemplo documentado donde la naturaleza lo ha hecho funcionar, prueba de la sorprendente entereza de la vida, y la casi infinita versatilidad del ADN produciendo formas de hermosa complejidad.

Es interesante pensar – ante estos hallazgos – qué otras maravillas habrá podido producir la evolución en este increíble cosmos que habitamos.

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