El humano más veloz del que se tiene registro es Usain Bolt; el atleta jamaiquino que impuso el record mundial de velocidad en carrera cuando alcanzó los 44.72 km/h durante una competencia de atletismo en 2009. Eso es brutalmente rápido para un ser humano, pero bastante modesto en comparación con lo que logran otros animales. Tan solo un gato doméstico (al menos uno al que se le permita hacer algún ejercicio de vez en cuando) pudiese ganarle en una carrera a Usain, ya que se les ha visto alcanzar hasta 48 km/h. Ni qué decir de un caballo (80 km/h) o un guepardo -el animal terrestre más rápido- que alcanza unos sorprendentes 110 km/h durante la cacería, lo mismo que un carro típico en la autopista.
Sin embargo, el ser humano no tiene demasiado que envidiar al resto de la vida en La Tierra en cuanto a velocidad. Aunque resulte contra intuitivo al ver las formidables capacidades que ostentan nuestros primos más lejanos, en realidad somos nosotros los mejor dotados para romper records en la naturaleza, cortesía de nuestro gran cerebro.
El sonido se propaga por la atmósfera terrestre a una velocidad promedio de 1,225 km/h. Impresionante al compararse con las velocidades que hemos discutido hasta ahora, pero se hace trivial al considerar que el paracaidistas austriaco Felix Baumgartner pudo alcanzar los 1,350 km/h durante su publicitado salto el año pasado desde un globo de helio a casi 40 km de altura -efectivamente rompiendo la barrera del sonido en caída libre. Es el único ser humano que lo ha hecho sin ayuda mecánica, pero eliminando ese requisito, los pilotos de aviones supersónicos duplican y triplican esta velocidad todo el tiempo. Aún así, están muy lejos de ser los humanos más rápidos.
Los astronautas que trabajan en la Estación Espacial Internacional están orbitando nuestro planeta en este momento a la increíble velocidad de 27,600 km/h, dándole una vuelta entera al planeta en tan solo una hora y media. Es una necesidad: de ir más lento, la estación sucumbiría a la gravedad del planeta y se quemaría en nuestra atmósfera. Esto implica que esos valientes hombres y mujeres que se dedican a realizar experimentos científicos en la frontera de nuestro planeta son deleitados con unos 15 amaneceres y atardeceres al día, poniendo a prueba un poco nuestra definición de lo que es una jornada laboral.
Aunque sostienen el record actual (ningún humano está viajando más rápido que ellos justo ahora), incluso los tripulantes de la EEI se quedan atrás ante la velocidad que alcanzaron los astronautas de la misión Apolo 10 -el vuelo de práctica para el posterior alunizaje del Apolo 11. Durante su regreso a La Tierra, el Apolo 10 alcanzó casi 40,000 km/h. Ningún ser humano ha viajado más rápido que eso, antes o después.
Al menos, con respecto a nuestro planeta.
Aquí es que se complica un poco. Como Einstein nos reveló mediante su teoría de la relatividad, la velocidad no es un término absoluto; depende de con qué la compares. Todo lo discutido hasta ahora es medido asumiendo que La Tierra no se mueve relativa a nosotros. Eso es cierto, y funciona a nivel matemático y práctico, porque todos compartimos la velocidad del planeta en su traslado alrededor del Sol: 107,280 km/h; mientras que el sistema solar completo viaja por la galaxia a unos 700,000 km/h. Se trata de una perspectiva que nos dice mucho sobre lo magnífico del camino que todos transitamos juntos a través del cosmos, a bordo de la nave espacial Tierra.
La Vía Láctea (nuestra galaxia), también se mueve por el espacio -a casi 2,000,000 km/h con respecto al fondo de radiación cósmica; el único punto de referencia que se puede usar a estas escalas tan inmensas.
Aunque podemos ponderar estas sorprendentes magnitudes a través del estudio científico, lo cierto es que el cerebro humano no evolucionó para ser capaz de visualizarlas con claridad. Para nosotros, Usain Bolt es muy rápido, y un guepardo muy peligroso. Quizá por eso se nos presenta tan difícil entender el mundo cuántico. Bastante hemos logrado en nuestro estudio de los fotones y otras partículas elementales, considerando que algunas de ellas viajan por el vacío a 1,079,252,848 km/h – más de mil millones de kilómetros por hora.
Sucede que no tener masa es una gran ventaja, cuando se trata de ir rápido.