La llegada de los testigos cósmicos

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Para la persona promedio, capturar un neutrino es casi tan viable como morder una estrella, aunque el objeto del requerimiento esté mucho más cerca. Los neutrinos, después de todo, son partículas que sabemos nos atraviesan continuamente, en el orden de los miles de millones por segundo. Sin embargo, estos pequeños restos de interacciones físicas altamente energéticas cuentan con muy poca masa, y nula carga eléctrica. Eso se traduce en partículas elitistas que no están inclinadas en lo absoluto a interactuar con el resto de la materia del universo. Se ha estimado que un neutrino típico podría atravesar un bloque de plomo de un año-luz de espesor (eso son casi 10 millones de millones de kilómetros), con tan solo un 50% de probabilidad de ser detenido en su tránsito.

Para los físicos de partículas, sin embargo, el reto es ligeramente diferente. Son tantos los neutrinos que circulan en un momento dado a través del planeta, que el problema ya no es tanto capturarlos – se ha hecho varias veces – sino diferenciar uno de otro, trazando de vuelta el camino que ha recorrido hasta llegar al detector. La inmensa mayoría de los neutrinos que te atraviesan mientras lees estas palabras fueron producidos hace unos 8 minutos en el Sol, viajando a velocidades relativísticas hasta nuestro planeta en impensables cantidades. Si pudiéramos ver estos neutrinos, el Sol sería observable incluso durante la noche, brillando bajo nuestros pies del otro lado del mundo (lo cual sería genial).

Otra porción considerable de neutrinos es consecuencia de las colisiones súper energéticas entre las partículas que conforman el viento solar y la porción superior de nuestra atmósfera, las cuales suceden – por supuesto – también miles de millones de veces por segundo.

Dentro de todo este remolino de actividad cuántica, los científicos luchan por ubicar neutrinos que tengan historias más interesantes que contar. Esos elusivos testigos de los eventos más épicos del universo: la espectacular muerte de las estrellas más masivas. Eventos cósmicos de escalas inimaginables, que envían ondas de material y energía a través del espacio-tiempo. Podemos ver estas explosiones en el cielo nocturno (son las famosas supernovas), pero la luz visible no es la más confiable de las fuentes para definir los exquisitos detalles del evento. Capturar los neutrinos, por el contario, sería otra historia, dándonos información astrofísica clara de lo sucedido.

El 2013 quedará marcado en la historia de la astronomía como el año en el que finalmente se capturaron neutrinos de fuentes cósmicas (eran demasiado energéticos para haberse originado en este sistema solar) en el detector IceCube, en la Antártida. Aún no se sabe de qué evento específico surgieron pero -en cuanto pueda deducirse- habrá comenzado una emocionante nueva época para la observación profunda del universo.

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