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Dentro de unos 5 mil millones de años, un futuro tan remoto que solo podemos realmente considerarlo en el abstracto matemático de nuestras mentes, el Sol habrá consumido la mayor parte del combustible que lo ha mantenido brillando durante toda la historia de nuestro planeta. El núcleo de nuestra estrella se comprimirá entonces rápidamente debido a su propio peso, aumentando la presión interna, permitiendo la producción de los elementos químicos más pesados que principalmente nos componen.

Estas rondas sucesivas de compresión y fusión nuclear cada vez más energéticas tienen un efecto quizás inesperado en las estrellas. A medida que el núcleo se hace más pequeño, las capas exteriores se expanden gradualmente debido al aumento de la temperatura interior, incrementando significativamente el tamaño total de la estrella. En este futuro lejano al que nos hemos transportado, el Sol se ha hinchado tanto como consecuencia de este proceso, que su diámetro alcanza el punto en el que solía orbitar nuestro planeta, ahora consumido por el astro que por tanto tiempo le dio vida a sus ecosistemas. La estrella “gigante roja” resultante pondrá punto final a nuestra narrativa en el escenario terrestre.

Pero no todas las historias serán trágicas necesariamente, en este viaje de la imaginación que contemplamos.

A un poco más de 1 millón de kilómetros de Saturno, la luna “Titán” cuenta ya hoy con un panorama muy interesante y poco común fuera de La Tierra: es el único cuerpo celeste que conocemos con lagos y mares en su superficie, no de agua sino de metano. La temperatura es demasiado baja (-179°) para que el hielo que se encuentra mezclado con sus rocas y montañas logre derretirse, pero en el futuro que imaginamos, Titán finalmente recibe suficiente calor del nuevo sol gigante rojo para que su agua fluya libre por cauces previamente ocupados por el metano, y se pose vasta en sus cuencas anchas y profundas. Miles de millones de años luego del despertar de La Tierra, cuando nuestro tiempo bajo el Sol haya pasado, Titán podría producir sus propias formas de vida, ignorantes de que el sistema solar que les tocó tuvo ocupantes previos.

Aunque tal vez no lo ignoren totalmente. Si son curiosos y exploradores, algunos de ellos podrían encontrar un emisario del pasado distante posado entre sus valles y colinas. Como visitante de un mundo ahora perdido en la neblina del tiempo profundo, la sonda Huygens descansa en Titán desde el año 2005, momento en el que descendió a través de sus nubes opacas desde la nave espacial Cassini en órbita.

Jon Lomberg fue el artista director de diseño del famoso disco dorado –un registro de los sonidos de La Tierra que se lanzó junto con las misiones Voyager de la NASA– y trabajó de cerca con Carl Sagan en muchos otros proyectos, incluyendo la serie Cosmos. Para la misión Cassini en particular, Lomberg ofreció la fotografía adjunta, como parte del registro encasillado en diamante que permitiría a los futuros habitantes de Titán conocer un poco a los remitentes de Huygens, ya fuese que hubiesen evolucionado en esta luna, o fuesen visitantes también.

El título de la foto es “Un retrato de la humanidad”, un recuerdo ordinario de un día cualquiera en Hawaii, frente a un océano alienígena. Desafortunadamente, este homenaje terminó no siendo incluido en la misión, luego de mucha discusión entre los directores del proyecto, por lo que esos posibles habitantes de Titán no tendrán idea del origen del objeto extraño que los visitó hace tantísimo tiempo, cuando su mundo era un témpano helado de nubes amarillas y lagos negros. Tendrán, como lo hicimos nosotros antes que ellos, que aprender a enamorarse de los misterios, cuando las respuestas los eludan, como con tanta frecuencia suelen hacerlo al confrontar al universo.

Si es que llegasen a existir estos personajes, claro está, fuera de nuestra imaginación.

Solo el tiempo lo dirá.

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