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Sabes lo que va a pasar. No eres adivino, no crees en el destino, estás lejos de considerar que tu horóscopo de esta mañana es una predicción seria y jamás pagarías para que te leyeran las cartas o las manos – pero a través de la información empírica, de tu experiencia previa, has logrado deducir la dirección que la conversación tomará en pocos momentos. La reunión continúa entre risas y vaso tras vaso de tu bebida alcohólica favorita; y lo que comenzó como un chiste por el parecido entre el cabello de alguien y aquella famosa foto de Einstein con la lengua afuera ha devenido en una profunda consideración sobre los misterios del universo: ¿Estamos solos en el universo? ¿Cómo comenzó la vida? ¿Existe una teoría del todo? ¿Qué hay dentro de un agujero negro? ¿Qué causó el Big Bang? ¿Cuál será el fin del cosmos? ¿Existen los universos paralelos? ¿De cuántas dimensiones se compone la realidad? Todos temas loables para discutir entre borrachos, con la esperanza de que surja alguna idea genial que nadie recuerde al día siguiente; sin embargo, tú has predicho que la calidad de la conversación está por precipitarse vertiginosamente. Puedes verlo en sus ojos: va a recurrir a ese viejo cliché. Su boca ya se está abriendo para arruinar el momento:

– ¿Y qué tal lo del huevo y la gallina, eh? ¿Qué fue primero? ¡Nadie lo sabe! – afirma el individuo creyendo haber planteado un misterio irresoluble del mismo calibre que los discutidos anteriormente

Del tiro, regresaste a la sobriedad.

¿A qué se refiere este supuesto “misterio”? Si se trata del huevo como mecanismo reproductivo, es evidente que precede a la gallina. Los peces, anfibios y reptiles han estado poniendo huevos por cientos de millones de años antes de que existieran las aves. La invención del huevo está lejos de ser crédito de las gallinas: después de todo, de allí nacían los tiranosaurios. Por otra parte, si nos referimos al huevo del que nacen solo gallinas, específicamente, cualquiera con un conocimiento apenas transitorio de la evolución podría decirte que, igualmente: el huevo fue primero. Un huevo puesto por un ave muy parecida a lo que llamas “gallina”, pero con un código genético ligeramente diferente, desprovisto de la mutación que produjo a la gallina. Por supuesto, en términos prácticos esto no es observable. Toda cría es casi completamente idéntica a nivel genético a sus padres, y ninguna mutación única es responsable por crear una nueva especie, pero si decides arbitrariamente que ese pequeñísimo cambio es tu definición de gallina, pues allí tienes tu respuesta. La evolución por selección natural desmontó ese misterio hace dos siglos.

No la dejarás pasar. Has pensado tu respuesta y estás por devolver a la conversación a su curso grandioso y épico, el de la frontera más ambiciosa de la ciencia. De repente, alguien más se te adelanta:

– ¿Y la construcción de las pirámides? ¡Tuvieron que haber sido extraterrestres!

Con un suspiro, viendo que ya nadie puede salvar a este barco de hundirse, decides que ya es hora de irte a casa.

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