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Un sitio de verdad

Plutón grandeAdornando el escritorio de mi computadora se encuentra, desde que fueron liberadas al público las primeras imágenes, una fotografía preciosa –en la más alta de las definiciones– de un pequeño mundo que orbita a casi 6 mil millones de kilómetros de La Tierra. Es un lugar tan real como la habitación en la que estoy sentado, que existe en este universo y puede ser visitado y explorado por humanos. Ya no es solo una “representación artística” en las páginas amarillentas de los libros que solía leer de niño, ni una captura borrosa y pixelada a partir de un telescopio demasiado pequeño o lejano para la tarea asignada. Especialmente, ya no una polémica mediática sobre lo que define o no a un “planeta” en nuestro sistema solar.

Plutón es un sitio de verdad, con montañas de hielo que “se deslizan” por valles desérticos y una niebla orgánica brillante que flota etéreamente cerca del suelo. Un lugar con su propia historia, sus dinámicas internas y hasta algo que se asemeja a un clima agitándose en su superficie. Plutón, y su gran luna Caronte, ya no existen solo en nuestra imaginación, reconstruidos a partir de puntos tenues que se pierden contra el escenario eterno de la oscuridad y las estrellas. Se han unido al conjunto creciente de espacios descubiertos por la colaboración y el ingenio humano, cautivándonos de lleno en el proceso.

El otro extremo

Cortesía del increíble acercamiento de la sonda “Nuevos Horizontes”, el 14 de Julio del 2015, luego de 9 años de viaje alcanzando 83,000 km/h, estos mundos se han revelado finalmente a nuestra mirada. De más está decir que las viejas fotos desenfocadas no le hacían realmente justicia a estos paisajes alienígenas. Es precisamente eso lo que me ha fascinado tanto de estas nuevas imágenes, y la razón por la que me continúan acompañando aún meses después del hecho. ¡Hemos descubierto un planeta nuevo! Apreciado un rincón del cosmos hasta ahora desconocido por todos los seres humanos que han vivido.

Claro está que, parafraseando a autores más sabios: “Sí hemos visto más lejos, es gracias a estar parados sobre hombros de gigantes”.

Nuevos horizontesIndudablemente, Newton estaría orgulloso. Casi 300 años luego de su muerte, sus sucesores se valieron de la más básica de sus famosas leyes (F = ma) para colocar una nave de 450 kg en el otro extremo del sistema solar. Una tarea nada fácil: mantener correcta una trayectoria tan larga requiere compensar la atracción gravitacional que el Sol y cada planeta ejerce sobre el vehículo; el efecto minúsculo de los pequeños motores que hacen girar la antena, el calor generado por el plutonio que sirve como batería, y hasta el “empujón” de los fotones de luz solar que son reflejados por el fuselaje. Cualquiera de estos factores pudo afectar ligeramente la dirección de la nave y producir una desviación acumulada de cientos de miles de kilómetros al alcanzar su destino.

Afortunadamente, el equipo técnico hizo bien sus cálculos –y corrigió curso varias veces– para producir un resultado espectacular. ¿Qué maravillas observaríamos y sentiríamos, si pudiésemos tomar el lugar de esta misión en el espacio, inmunes a la radiación cósmica, el frío y la falta de oxígeno? A medida que el sistema solar se empequeñece a nuestras espaldas, el destino de la expedición comienza a tomar forma, y las memorias de La Tierra se diluyen en los rincones de la mente.

El verdadero corazón

La primera característica que captura la mirada –y desafía las expectativas– en estas imágenes es la enorme planicie con forma de corazón que Plutón ostenta en su zona central, apropiadamente nombrada “Región Tombaugh”, en honor al astrónomo estadounidense que descubrió el planeta una noche de 1930. Se dificulta no sentir una emoción casi infantil al notar que pasarían menos de 100 años desde que un humano divisó a Plutón por primera vez a través de un telescopio, hasta que una nave lo visitó portando las cenizas de su descubridor. Menos de medio año plutoniano, si cambiamos un poco nuestra perspectiva. Tal es el poder inmenso del pensamiento, la imaginación y la ciencia, cuando se aplican honesta y disciplinadamente a los problemas que nos presenta la naturaleza.

Plutón corazón

Adornando esporádicamente este corazón, podemos observar montañas de hielo de unos 3 a 5 kilómetros de altura, más sólidas que cualquier roca terrestre debido a los -230℃ que mantienen congelado este paraje tan ajeno al calor de Sol. Como un bosque de icebergs sin un océano que los cobije, estos picos se deslizan lentamente sobre el suelo, mientras brillan con el reflejo de una noche que nunca termina. No hay que ser alpinista para admirar estas formaciones: en La Tierra, las montañas son resultado de procesos geológicos que requieren energía interna, como las placas tectónicas y el volcanismo. Estos movimientos son los responsables de empujar gradualmente el material incandescente hacia la superficie, borrando las cicatrices de los impactos cósmicos y creando cordilleras sorprendentes. En lunas como Europa –flotando alrededor del planeta Júpiter– se han detectado procesos similares, posibilitados por las mareas gravitacionales típicas en las cercanías de cualquier gigante gaseoso.

Plutón, solitario y lejano en el borde del Cinturón de Kuiper, no debería tener una superficie tan dinámica, casi totalmente limpia de cráteres, reciclada por completo en los últimos 100 millones de años, si acaso no menos. ¿Cuál es el secreto de su rejuvenecimiento?

Su luna más grande, Caronte, se encuentra en rotación mutuamente síncrona con Plutón (ambos cuerpos se muestran siempre la misma cara), y por tanto no es capaz de generar mareas gravitacionales. Es imposible afirmarlo con certeza aún, pero el verdadero corazón de Plutón podría estar latiendo bajo la superficie, en la forma de un núcleo de magma líquido como el terrestre, o rocas radioactivas que hayan estado emitiendo su brillo cálido durante miles de millones de años. Incluso podría existir un océano subterráneo, generando toda esta actividad, dando aún más cuerda a nuestros sueños de exploración.

Pluto-Mountains-Plains-9-17-15-1200x771-09-15-16-1200x771Tanto como quisiéramos estudiar en más detalle este ambiente tan particular, frenar en el espacio –sin aire o fricción que nos apoyen– es una proposición complicada. Por eso a la Nuevos Horizontes no le queda más remedio que continuar su camino, delegando una investigación más profunda a las futuras generaciones.

Afortunadamente, no corremos el riesgo de quedarnos sin misterios.

Una nevada de otro mundo

A medida que la sonda se aleja, y obtiene las últimas fotos del sitio hermoso que deja a sus espaldas, se logra capturar la silueta esférica del planeta en un contraste claro contra la luz de Sol. Plutón tiene una atmósfera muy delgada –con una presión unas 100 mil veces menor que la terrestre– pero debido a la poca gravedad, esta cobertura se extiende por cientos de kilómetros hacia el espacio. Como puede verse en la imagen, por las mismas razones que en La Tierra, el cielo en Plutón se torna azul cuando hay suficiente luz atravesándolo. Dado el escaso aire, esto solo sucedería claramente en los amaneceres y atardeceres, durante los cuales el ojo humano podría apreciar cómo la negrura se va transformando en un tono celeste que subraya al horizonte, hasta que el Sol haya pasado, y regrese la oscuridad.

Plutón viento solarNuestra estrella madre afecta poderosamente incluso estos rincones tan alejados del sistema solar, y no solo gravitacionalmente. Es su radiación la que produce los compuestos orgánicos que se subliman y luego caen como nieve sobre Plutón, dándole ese tono rojizo tan impactante. Incluso los parches oscuros observados en las fotografías de Caronte podrían provenir de los gases que escapan de Plutón, bañando lentamente a sus satélites con una fina capa de polvo espacial, asentándose en los valles y cañones. Definitivamente, una nevada de otro mundo, que enlaza de manera inequívoca a los 6 miembros de esta familia planetaria.

La danza del inframundo

Al ver estos objetos tan de cerca, cruza mi memoria que el sistema plutoniano consistía de solo dos cuerpos en los años 70, cuando el astrónomo James Christy identificó por primera vez a Caronte, de la mitad del tamaño de Plutón. Aunque oficialmente son considerados planeta y luna, no es descabellado definir a esta pareja más como “planetas enanos binarios”, debido a que el centro de masa de su baile gravitatorio está fuera de la superficie de Plutón. Efectivamente, ambos cuerpos giran alrededor de un punto vacío, en el que las fuerzas invisibles involucradas logran balancearse. Sin duda, un fenómeno interesantísimo, único en el sistema solar conocido.

Pero esto no es todo. Como si supiera que hemos estado pensando en él, Plutón se ha esforzado por darnos múltiples sorpresas en los últimos años. Del 2000 en adelante, se han descubierto 4 lunas adicionales que siguen el paso de esta danza del inframundo, girando rápidamente en sus alrededores: Nix, Hidra, Cerbero y Estigia. Claro, estas son rocas amorfas mucho más pequeñas que nuestras protagonistas –por lo que se necesitaron mejores instrumentos para identificarlas– pero esto para nada las hace menos dignas de nuestra atención.

Vistas más de cerca por la Nuevos Horizontes, estas lunas decorativas se muestran extrañamente reflexivas, como si de pequeños espejos voladores se tratasen. Imaginemos por un momento el espectáculo que debe ser observarlas cruzar el cielo desde un pico helado Plutoniano, cubierto con una muy buena manta. De vuelta en La Tierra, la explicación favorita para su reflectividad es que deben tener un alto contenido de agua congelada, especialmente Hidra, que luce apropiadamente azul.

pluto-and-charon-01Algo parecido se puede observar en los hielos de Plutón y Caronte, en mezcla con otros compuestos, lo cual crea sospechas de un origen común para estos compañeros de viaje. Posiblemente estas lunas no sean objetos capturados por la gravedad de Plutón, sino residuos de un impacto con otro planeta enano, hace unos 4 mil millones de años. Por supuesto, aún queda mucho tiempo de análisis concienzudo antes de gozar de alguna certeza, durante el cual Plutón continuará orbitando silencioso, ajeno a las investigaciones y clasificaciones humanas que tratan desesperadamente de hacer sentido del cosmos.

Siendo honestos, de pie sobre su superficie, poco importa cómo decidamos llamar a este espectáculo de hielo.

El chico raro

Pero no siempre ha sido así. Cuando era niño, contaba orgullosamente a Plutón como el noveno y más lejano planeta del sistema solar, encantado de conocer mi vecindario estelar. De haberme preguntado alguien, ¿qué es un planeta?, mi respuesta habría sido bastante menos objetiva. En general, poco nos ocupamos en entender por qué el universo y sus componentes se clasifican de una cierta forma y no de otra, lo cual nos facilita usar términos como “meteorito”, “planeta”, “vida”, “inteligencia”, “amor”, “cuántico”, entre otros, en contextos en los que no tienen real cabida.

pluton orbitaplutonAún así, incluso si somos rigurosos en su definición, un “planeta” no es más que un concepto humano como cualquier otro, creado para agrupar objetos astronómicos con características comunes. En ese conjunto, Plutón siempre fue el chico raro: órbita fuera del plano, incapacidad para imponer orden a su paso (hay más material flotando afuera que adentro del pequeño mundo en esa zona), y compuesto de tal forma que si se acercara un poco más al Sol perdería material como un cometa gigante. Excéntrico, por decir lo menos.

Sumado a eso, el descubrimiento de decenas de otros objetos parecidos –principal entre ellos, Eris– nos ha obligado finalmente a enfrentar la realidad: Plutón no es un planeta como Marte es un planeta. Lo correcto es que ya no sea el último de este grupo, sino el primero de uno nuevo que, como tal, merezca ser bautizado en su honor: los plutoides –todos los planetas enanos que orbitan más allá de Neptuno.

transneptuniano en10-exploring-the-solar-system_09-1Nada mal. De ser una sombra borrosa en las fotos más lejanas, y la oveja negra de la familia planetaria, a ser el primero y más grande de los miles de objetos que comparten su clasificación. Un sitio dinámico, con una geología activa y formaciones climáticas que desafían la imaginación. Un símbolo del progreso científico y el espíritu humano, extendiéndose ambiciosos hacia las estrellas.

Sí, estoy seguro de que Plutón estaría satisfecho, si fuese hábito de los mundos emitir juicios y opiniones. Por nuestra parte, comienza a hacerse tarde.

Es hora de volver a casa.

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2 Comentarios
  1. […] a poco por los océanos azules. ¿Quién entre nosotros habría apostado a favor de estas criaturas microscópicas, como posibles intérpretes de esta […]

  2. Eze dice

    Exelente reflexion, Plutón una hermosisima joya redescubierta.

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