El toque femenino

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Uno de los aspectos que más fácilmente se pueden criticar en la empresa científica (sobre todo en lo relacionado a ciencias naturales o técnicas) es su fuerte inclinación a ser practicadas casi exclusivamente por hombres. El hecho de que las mujeres están sub-representadas en estos campos es más que evidente en la actualidad, y mucho más mientras más nos adentremos en el pasado. He encontrado que es casi imposible debatir estos temas sin caer en la trampa irresistible de desviar la discusión hacia las diferencias inherentes entre hombres y mujeres, y la complejidad de los roles sociales que muchas veces damos por sentados (aunque este sea un tema de conversación legítimo, no es acertado achacar totalmente a estas causas la disparidad de género en el campo laboral).

Rosalind Franklin – que hoy estaría cumpliendo 93 años, desafortunadamente interrumpidos por el cáncer – fue la persona que “fotografío” por primera vez la doble hélice de la molécula de ADN en los años 50. El secreto de la herencia y la evolución, por primera vez accesible a ojos humanos, de la mano de una mujer. Desafortunadamente, Watson y Crick apenas la mencionaron en el artículo en donde publicaron la hipótesis que no hubieran podido construir sin ella, y mayormente recibieron el crédito por el descubrimiento. Bastante inaudito, considerando que Franklin les dijo personalmente que las bases debían estar hacia adentro de la molécula, y no apuntando hacia afuera, como ellos pensaban originalmente. Watson eventualmente escribió sobre la ya fallecida Franklin que “enfrentó enormes barreras como mujer en el campo de la ciencia a pesar de que su trabajo era magnífico”.

Por supuesto, las condiciones de las mujeres eran diferentes en los años 50 a las de la actualidad, pero no debemos ignorar que la brecha de género continúa existiendo. Al analizarla, nos vemos tentados a especular sobre que quizá las mujeres simplemente no están tan interesadas en el campo, o que no soportan la presión, o que prefieren ser madres en lugar de líderes; pero al hacerlo estaríamos ignorando una realidad evidente, que quedó expuesta el año pasado en un estudio de la Academia Nacional de las Ciencias (USA) donde se le presentaba el mismo currículo a diferentes profesionales de la investigación – solo cambiando el género de la persona que aplicaba al trabajo – y consistentemente se consideraba más capaz y merecedor de un mejor sueldo al candidato hombre. Esto nos demuestra que incluso cuando las condiciones y habilidades son iguales, tanto hombres como mujeres (¡trágico!) tienden a discriminar las capacidades del género femenino.

Tenemos trabajo que hacer a nivel educativo para dejarle saber a las niñas que pueden aspirar tanto como los hombres a ser líderes, y a atacar los misterios y problemas más complejos de la actualidad. Mientras la enseñanza sea que su aspecto es lo que representa su mayor valor social, y la recompensa por incursionar en ciencia sea la frustración de ver cómo su esfuerzo es sub-pagado, realmente poco podremos discutir sobre diferencias genéticas o intelectuales entre los géneros. Se ha avanzado mucho, pero el juego aún está arreglado en su contra. Es responsabilidad de todos, hombres y mujeres, dejar finalmente atrás estos prejuicios, y así aprovechar al máximo el capital intelectual de la mitad de la población humana.

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